Mi primer encuentro con Argimiro Crespo no fue casual, sino preparado y provocado. Lo hizo posible un amigo de él y mío que hizo de intermediario, Ángel Jorge, que lo conocía hacía tiempo. Tuvo lugar en los primeros años de la década de 1970, cuando yo comenzaba la recopilación del cancionero de Zamora, y al mismo tiempo preparaba el repertorio de canciones para el grupo Voces de la Tierra, en el que cantaba Ángel. Sus palabras fueron éstas: "Miguel, conozco a un señor de un pueblo de Carballeda que sabe de memoria un montón de canciones preciosas de aquella tierra. Si quieres te lo presento un día, porque está dispuesto a cantarlas. Pero me tienes que avisar con tiempo, porque quiere prepararse bien para recordarlas". Mi respuesta, cómo no, fue la que tenía que ser: "Voy en cuanto me avises, encantado".

No sé cuánto tiempo pasó, pero no fue mucho. A los tres o cuatro meses ya estaba yo en casa de Argimiro, en Codesal de la Carballeda, con mi magnetófono UHER en mano, dispuesto a recoger lo que me cantara. Recuerdo todo lo que ocurrió en aquel primer encuentro como si fuera ahora mismo. Argimiro, regía una tienda de 'ultramarinos' en la que suministraba todo tipo de productos al vecindario de Codesal y a la gente de los pueblos próximos. Aquel hombre menudo, con cara de persona afable y bondadosa, con una pizca de apuro, pero con decisión, me dijo: "Tenemos que hacer la grabación aquí mismo, al mostrador, porque tengo que atender a la gente que venga a comprar algo". Yo le dije que no había ningún problema en proceder así, y la sesión comenzó sin más preámbulos. Puse en marcha el aparato sobre el mostrador, y vi con asombro cómo abría un cuaderno y comenzaba, sin más, a leer cantando lo que tenía escrito:

Majo, si vas a rondar,

lleva el reloj de campana,

por si acaso te adormeces

a las orillas del agua.

Sube, marinero, sube para arriba...

Me quedé asombrado de la belleza de la tonada rondeña que estaba oyendo, de la seguridad con que la entonaba, de la claridad con que percibía todos los matices del texto y de la melodía de esta canción, que fue a parar al nº 109 del Cancionero de Zamora. Pero más asombrado me quedé todavía de que, terminada la primera, continuaba con otra y otra y otra... Así hasta que cantó hasta unas veinte en la misma forma, con total seguridad, cada una con su estribillo y sus dos estrofas bien ordenadas, tal como las tenía escritas en su cuaderno. Sólo de vez en cuando se interrumpía la sesión (él mismo me había prevenido) si aparecía alguna persona que venía a comprar. Parábamos, él despachaba, y continuábamos después de algún comentario respetuoso, cariñoso o jocoso (que a mí me demostraba lo bien que lo conocía la gente y cómo se le apreciaba). Cuando se empezó a notar cansado me pidió que paráramos, para seguir otro día.

A esta primera sesión, una de las más fructíferas que he tenido en toda mi vida de buscador de canciones populares, siguieron otras con parecidos resultados. Al final, como fruto de aquellos encuentros, un total de 65 canciones fueron a parar a las páginas del Cancionero de Zamora, 27 de ellas a la sección de rondas y canciones líricas, que representan lo más hondo y valioso de cualquier cancionero tradicional. Pero no sólo a esta sección, sino a casi todas, porque Argimiro conocía todos los géneros de la canción tradicional: canciones de baile, cantos de trabajo, cantos narrativos, de boda, y repertorio religioso. Desde el primer día me di cuenta de que había encontrado una fuente de sabiduría popular. La tradición musical de un territorio amplio que comprendía las comarcas de Carballeda, Aliste y Sanabria aparecía en toda su riqueza en el repertorio que Argimiro Crespo tenía en su memoria.

De estas primeras sesiones de información musical nació una relación de amistad, de respeto y admiración mutua entre Argimiro y yo. En los múltiples contactos que seguimos teniendo conocí los detalles de su vida, y comprendí que toda la sabiduría popular que acumulaba era debida a su oficio de comerciante trashumante que, primero acompañando a su padre, y después él mismo, recorría constantemente los caminos de esas tierras, charlaba con las gentes, aprendía su forma de hablar y retenía las canciones que iba escuchado, que engrosaban cada vez más el depósito de su memoria. Su gran retentiva para textos y músicas, su fino espíritu observador, su trato afable fueron haciendo de él un depósito de sabiduría popular.

Cuando en una ocasión me dijo, con un poco de reserva, que estaba escribiendo un libro con sus recuerdos, con las historias que aprendió, con las canciones y romances que estaban en su memoria, yo no tuve duda alguna en animarlo a que lo hiciera. Creo sinceramente, y me alegro mucho, de haber colaborado a que todo el tesoro de saberes que contenía la memoria de este hombre excepcional, haya quedado plasmado en los libros que lo han recogido. (Y, es bueno que se sepa, su voz grabada en mi archivo ha ido a parar al de la Biblioteca Nacional, donde su testimonio musical vivo podrá ser escuchado y admirado por cualquier persona que lo desee o lo busque.)

No menos valor tiene la faceta de intérprete de canciones y contador de historias que con el tiempo llegó a ser Argimiro Crespo. El mayor valor que tiene esta actividad es que él ha sido tradición viva, que gozaba de una memoria que, antes de deteriorarse, como ha ocurrido con innumerables detentores de la cultura tradicional, ha tenido la voluntad y el tesón de dejarla plasmada en sus libros, en sus actuaciones, en sus colaboraciones con todo tipo de personas que le han buscado para que dejara testimonio de todo lo que la vida le enseñó. La conservación de la música y la cultura tradicional de las tierras de Carballeda, Aliste y Sanabria tendrá siempre una gran deuda con la actividad incesante que Argimiro ha llevado a cabo durante las últimas décadas de su larga vida.

Creo, y lo digo con todo el convencimiento, que estamos ante un testigo excepcional de un pasado, que gracias a él, Argimiro Crespo, ya no se va a perder, porque lo ha dejado vivido, escrito y grabado cuando todavía estaba en la plenitud de todas sus excepcionales facultades.

Termino como comencé: Argimiro Crespo ha sido hasta el final un superviviente activo de la canción popular de tradición oral.