Manuel Mateos Pedrero ha volcado en las páginas del libro "Por un minuto al día en mi lucha contra el cáncer" su particular peregrinaje por esta dura enfermedad, con la finalidad de ayudar a otros pacientes y a sus familias. Se han editado 300 ejemplares y los beneficios de la venta se destinarán íntegramente a la lucha e investigación contra el cáncer. El historiador Miguel Ángel Mateos, tío de Manuel, ha prologado este testimonio profundamente humano e intimista.

Manuel Mateos es una persona sobradamente conocida en Puebla y la comarca, además de haber sido entrenador de los muchachos del Sanabria Club de Fútbol y ser el presidente de la Asociación de Pesca sanabresa. "De tener una vida normal cambia todo a partir de una prueba y empiezas a vivir otra vida distinta". La familia es un pilar fundamental para afrontar los duros tratamientos de quimioterapia.

Con 33 años le diagnosticaron un tipo de cáncer poco común, "uno entre un millón" que inicialmente no aparecía reflejado en los análisis que se le practicaban para determinar el origen de unas molestias intestinales, que en los primeros diagnósticos achacaban a unos cólicos y gases. Se encontraba en un concierto de música en León y se intensificaron los dolores. Acudió a Urgencias "entré y ya no me dejaron salir".

Esa vida distinta es renunciar al deporte, a jugar al fútbol, a correr, "ahora solo puedo caminar con paseos de dos horas diarias". Renunciar a un trabajo en Emergencias del 112 "que me apasionaba y que me realizaba como persona". Ese trabajo paradójicamente le mantuvo en contacto con enfermos que padecen esta enfermedad en el medio rural.

"No hay que tener miedo a la palabra cáncer. No tienes que ocultarlo, es peor, porque con los tratamientos que hay ahora hay altos porcentajes de curación. No es como antes". Para los enfermos comienza otra manera de vivir con mayor prevención en las comidas, en evitar situaciones de riesgo. "Cambias mucho en la forma de ser".

Los tratamientos para los enfermos dejan secuelas y son muy dolorosos, y se encuentra uno muy solo en una sala con otros pacientes. Manuel recuerda que cuando él prácticamente estaba terminando con el tratamiento se encontró en la sala con tres personas jóvenes y preguntó quién era el enfermo. Respondió un muchacho. "Me vi reflejado en su cara de asustado, la misma que yo tenía el primer día que me llevaron a la sala de espera". Se brindó a acompañar a su nuevo compañero de fatigas en su primer día de quimioterapia. Desde entonces ha mantenido el contacto con muchos de los compañeros de fatigas a través de las redes sociales.

Manuel Mateos era consciente de lo mal que lo estaban pasando sus familiares. Su mujer y su madre han sido dos pilares fundamentales, permanecieron a su lado de manera incondicional "y hasta hubieran pasado ellas una sesión de quimioterapia si con ello me aliviaran el sufrimiento". Cada miembro de la familia reaccionó a la enfermedad a su manera "aunque yo veía su sufrimiento". Nadie les prepara para una situación como esa.

Fue dejando todas sus ocupaciones pero los amigos le aconsejaron que no dejara la asociación de pesca, que la llevara desde casa y que organizara pequeñas actividades deportivas. Su afición le proporcionó muchas horas de alivio en las largas sesiones de tratamiento "con mis revistas de caza y pesca y mis películas, cuanto más largas mejor".

La enfermedad no le ha impedido realizar su gran ilusión, ser padre. Con el libro a punto de editarse nació el pequeño Manuel, a quien su padre le ha dedicado las palabras más enternecedoras.

Las palabras de ánimo de los amigos y conocidos, frente a los lamentos o las palabras de compasión, son uno de los mejores medicamentos para los enfermos.

Palabras también de agradecimiento a la oncóloga de León que le pidió que "no me defraudes". El tratamiento se prolongó más de un año en el "gran hotel" hospitalario donde sufrió también dos operaciones. Cita una frase: "Serás feliz, dijo la vida. Pero primero te haré fuerte". El optimismo, las ganas de vivir, la juventud, el afán de lucha y superación están en el manual de este paciente sanabrés. La alegría de los ojos de Manuel Mateos refleja la misma que mostraba de muchacho cuando posaba con una trucha impresionante, que tuvimos que sacar del congelador, para sacarla en el periódico, una primavera del siglo pasado.