Los campos, las aguas y las urbes de la provincia de Zamora acogen cada año miles de aves pertenecientes a muy diferentes especies -al margen de las sedentarias-, bien llegadas de lares más fríos del norte de Europa o, por el contrario, de lares mucho más cálidos del continente Africano. Algunas especies acuden en bandos y forman poblaciones numerosas y bulliciosas en sus enclaves de invernada, como son los ánsares; otras forman agrupaciones significativas y de vuelo rápido en la época estival, como los vencejos; otras llegan y se acomodan sobre las espadañas de las iglesias o torretas eléctricas a la vista de todo el mundo, como las cigüeñas; otras llegan como furtivas y se asientan en ciertos puntos de la sierra sanabresa para casi no ser vistas, como los pechiazules.

En la provincia de Zamora recalan aves que llegan para criar a base de depredación, como las perdiceras, y aves que vienen con el rango de ser presas pero dispuestas multiplicarse si la fortuna les es favorable y salvan garras y plomos, como las codornices. Unas aves aparecen emparentadas y otras con ganas de encontrar pareja y de formar familia.

Sin embargo, en esta explosión de vida migratoria siempre proceden ejemplares de una forma tan testimonial que pasan desapercibidas salvo para ornitólogos que salen al campo con ojo avizor y que, en sus correrías, descubren la presencia de estos raros visitantes.

Es el caso, este año, de la grajilla cangrejera y de las espátulas, avistadas por José Alfredo Hernández Rodríguez, miembro de SEO y de la Asociación Zamorana de Ciencias Naturales, que las descubrió este verano para sorpresa propia y de todos en el embalse de Ricobayo.

«La grajilla cangrejera se ha visto en más ocasiones, pero eran ejemplares divagantes» señala Hernández. Sin embargo, la buenanueva de este año es que las dos parejas descubiertas «lograron sacar adelante siete pollos». «Es la primera reproducción comprobada de esta especie en la comunidad de Castilla y León» indica José Alfredo Hernández, que precisa que «hasta ahora la población reproductora más cercana estaba en Extremadura».

En su criterio la razón para que ambas especies críen en la provincia de Zamora «es que las poblaciones de grajilla cangrejera y de espátula están en aumento desde hace años y, al incrementarse, se agota el hábitat de las zonas tradicionales de cría y las nuevas parejas buscan nuevos lugares».

En sus jornadas de observación de aves, el resultado fue la contemplación de cinco parejas de espátulas, en el embalse de Ricobayo, que además consiguieron sacar adelante una prole «de diez pollos». Otra pareja que anidó en el entorno de las Lagunas de Villafáfila, sin embargo, fracasó en el empeño, según indica Hernández.

El ornitólogo confía en que ambas especies regresen a los enclaves fluviales zamoranos en el año 2017, y además que nidifiquen y críen a sus respectivas polladas.

Pone de relieve los cambios habidos en los últimos años en el mundo de las aves y que se traducen en el descenso de especies invernantes que prefieren permanecer en otras latitudes europeas y no desplazarse como años atrás a los países del sur de Europa. «Hace menos frío en invierno, hay menos días con nieve en el suelo y eso permite a las aves alimentarse. Por otro lado, también cambian los cultivos que son válidos para ánsar» apunta. Hernández igualmente hace mención a otro ejemplo de fenómeno y se refiere a «a la alondra común, de la que siempre tuvimos grandes poblaciones y que también ha disminuido».

En un caso extremo está el ánsar campestre, una especie de la que «había miles de ejemplares» y que ha quedado reducido a nada. El último avistamiento tuvo lugar en el embalse de Ricobayo, pero ha dejado de venir porque prefiere quedarse en otros países del norte europeo.

Tanto las grajillas cangrejeras como las espátulas «se alimentan de pequeños animales acuáticos, insectos y ranas» y es un sustento que en ciertos enclaves acuáticos zamoranos encuentran a su gusto.

La grajilla cangrejera, expresa Hernández, busca sitios «con agua poco profundas pero con bastante vegetación, lugares con unos centímetros de profundidad y al mismo tiempo con una masa de vegetación flotante, un hábitat que por aquí no es frecuente y es más abundante en las marismas del Guadalquivir y en el delta del Ebro».

Respecto a la conservación de estas especies aparecidas en muy pequeño número, para José Alfonso Hernández «lo importante es que se vigilen las colonias de crías que, aunque en principio son sitios con cierta seguridad, pueden tener el problema de durante la reproducción que provoquen el abandono». Afirma que todavía hace falta información y concienciación en la sociedad, y considera que, a veces, sin mala intención, se puede perjudicar una puesta de estas aves por parte de persona que se ponen a pescar durante horas o que realizan fotos de cerca».

«Las especies esteparias son ahora mismo de las más amenazadas por las nuevas prácticas agrícolas, y especies como el sisón, el alcaraván y la ortega van en picado cuesta abajo». La avutarda, que es uno de los grandes patrimonios de Zamora, «es de las más resistentes» a los nuevos y mecanizados sistemas agrícolas, indica Hernández Rodríguez.