Pese a las temperaturas bajo cero de estas noches en Sanabria, M. R. O "Rosi", una vecina de El Puente con una minusvalía síquica, no puede encender un simple radiador en su casa. Ni una estufa, ni la vitrocerámica, ni una bombilla. El lunes a las 10 de la noche su casa está totalmente a oscuras.

La pobreza energética alcanza, en este caso, las cotas del esperpento. No debe facturas de la luz, no tiene avisos de impago, ni notificaciones de corte, su recibo -una vez que fallecieron los progenitores- estaba domiciliado y a su nombre. Cobra una pensión que le permite pagar la factura de la luz.

La empresa suministradora, Gas Natural Fenosa, inició en el mes de agosto el cambio de los contadores analógicos por "inteligentes", de tecnología digital, en toda la comarca de Sanabria. En el inmueble en el que vive Rosi no hubo cambio, directamente se llevaron uno de los dos contadores que había instalado en la fachada del edificio, uno para la vivienda y otro para el comercio que regentaban antaño los padres de esta vecina, ya fallecidos. Tres meses, y el de noviembre especialmente riguroso, sin poder entrar en calor. Si quiere recuperar el contador que la compañía se llevó, de buenas a primeras, tendrá que pagar unos 300 euros.

Otra vecina que vive de alquiler en la buhardilla del inmueble, que sí cuenta con su suministro, es la que se ha preocupado de llamar de manera insistente a la compañía. La capacidad limitada de Rosi le dificulta el poder reclamar sus derechos como consumidora.

La inquilina que ocupa la buhardilla no tiene ningún problema en esperar que, hasta media docena de operadores, le pasen de un departamento a otro "hasta que al final te dejan a la espera y se cuelga la llamada". De Gas Natural Fenosa te pasan a Fenosa y de Fenosa a Gas Natural, parece que es el procedimiento entre los operadores del servicio. A su vecina no le cabe ninguna duda de que se aprovechan de ella, y que lo mismo que se llevaron este contador se podían haber llevado el otro.

Es esta vecina la que ha descolgado un cable alargador por la fachada para que esta mujer pueda encender una estufa y una bombilla cuando está en casa. Más de una vez se la ha encontrado llorando en el salón de casa a oscuras por el frío. Rosi no se aprovecha de la situación, muy al contrario, le da apuro tirar de la luz de su vecina. En otras ocasiones busca el calor que le falta en casa de alguna amiga o conocida.

No puede cocinar porque tiene una vitrocerámica, y mal se arregla con un camping gas, aunque tienen miedo de provocar un fuego en la casa. Miedo que no es teórico, sino real. Por el frío que soporta dentro de su propio hogar, una noche encendió una chimenea que tiene en el salón "que es más de adorno que otra cosa, porque es una chimenea muy estrecha" y la humareda que provocó alertó a la vecina del piso de arriba, que salió alarmada a apagar los troncos prendidos de la chimenea. Otra mañana la encontró en el patio de casa lavándose con agua fría. Le ofreció su casa para que se pudiera asearse con agua caliente. A menudo le baja un plato de comida caliente y se acompañan en el paseo los días de sol, aunque fríos.

Su vecina le ha recopilado las facturas que vinieron hasta 2011 a nombre de su padre, fallecido. Las facturas recogen dos contadores en la calle La Plaza 20, una de la casa y otra de la antigua tienda, cada uno identificado por su código CUPS, lo que viene a ser el DNI de cada contador. Los números son correlativos, uno terminado en 67 y otro terminado en 68. Cuando la pregunta reiterativa al servicio de reclamaciones es saber dónde se han llevado ese contador, las respuestas se desenchufan.

El eslogan con que la compañía eléctrica rubrica sus recetas monetarias dice con gracia "con toda la energía del mundo", gracia si no fuera porque es una tragedia. Y por lo que dicen las inquilinas del edificio "no es el único caso" en una comarca que ha sacrificado el paisaje con los embalses productores de electricidad. Un esperpento representado bajo cero.