"Sin mastines es imposible guardar el ganado del lobo. Yo no tengo ningún problema con el lobo" asegura el ganadero perigüelano Salvador Rodríguez Domínguez. Pastorea un rebaño de 450 cabezas de ovino de raza castellana por los ámbitos de Pereruela de Sayago, sin temor alguno a sufrir una lobada.

Y es que la cabaña está escoltada por una decena de mastines -seis machos y cuatro hembras- que saltan de alegría cuando el pastor abre las portillas de las cancillas para que las reses salgan a espigar y pastar el campo situado al sur del río Duero, donde los ataques lupinos están prácticamente a la orden del día. Ayer mismo un ganadero de Luelmo se despertó con cinco ovejas muertas.

La explotación de ovino de Pereruela es una de las elegidas por Ecologistas en Acción, junto con otra de Villavieja de Yeltes (Salamanca), para demostrar ante la sociedad "que es posible la convivencia del lobo con la ganadería extensiva". Ecologistas en Acción sostiene que "los ganaderos no deben cargar con el coste económico de los ataques" y reclama, "ante el fracaso del actual sistema de indemnizaciones, que se establezcan nuevos sistemas de ayudas a priori que permitan que se pague de forma rápida y generosa todos los daños que produzcan los lobos o perros incontrolados". También insta el colectivo conservacionista a practicar "un manejo adecuado de los rebaños, con vigilancia permanente (pastoreo intensivo) y encerramiento nocturno preferiblemente cerca de las áreas habitadas, utilización de perros mastines, creación de barreras para impedir el acceso de los predadores al ganado como corrales, apriscos y cercados fijos o móviles". Hace referencia además a otras medidas de prevención "como los vallados o los pastores eléctricos". Con todo, califican de "fundamental la experiencia del pastor y de los perros para reducir el riesgo de ataque", y resaltan que "su mera presencia ya es disuasoria".

Para Ecologistas en Acción "la coexistencia entre la ganadería extensiva y la conservación del lobo es totalmente factible".

El pastor Salvador Rodríguez hace una defensa a ultranza de los mastines como el mejor remedio para dormir tranquilos y mantener al lobo alejado del ganado. "Tengo más miedo al de dos patas que al de cuatro" expresa, rodeado de mastines y careas, y también destaca que "es mayor problema la Junta de Castilla y León si no paga las subvenciones, que el lobo, porque los ganaderos y los mastines tenemos que comer todos los días".

Rodríguez Domínguez conoce al lobo, pero no las lobadas. Los canes que le acompañan son fieras con nombres y apellidos: "Una" (que tiene atada a una cadena y luego suelta), "Torso", "Porque", "Morgan", "Bonito", "Pipo", "Bruja", "Mía" y "Rubia". Todos y todas atienden y obedecen a su amo. Los perros hechos y derechos guardan las distancias y se distribuyen por una y otra parte, sin perder de vista al ganado; los jóvenes buscando las caricias de la gente y se inclinan por el juego.

Son mastines provenientes "de la Sierra de la Culebra: la cuna del lobo" dice. "Es el clásico mastín tradicional, no el de exposición, que es cruce de mastín y San Bernardo, que no funciona. Hay que tener perros buenos y los pequeños aprenden con los veteranos" manifiesta Salvador Rodríguez, un pastor de 45 años que lleva desde los doce al late del ganado. Deja claro que hay que gastarse dinero en contar con buenos perros mastines "porque una oveja cría a otra, pero un perro bueno no es fácil criarlo".

No tienen los mastines una vida apacible ni aburrida. "Torso" lleva un visible jabatazo en la cabeza, ganado en una pelea con un jabalí en la que también resultaron heridos otros cinco mastines. "La peor parte la llevó el jabalí" precisa Salvador Rodríguez. Y es que son conocidas las juergas o guerras que sostienen los mastines con los jabalíes allí donde se encuentran sus destinos.

A falta de ovejas, los lobos tienen que alimentarse en Pereruela de jabalíes y otras almas.

El gasto en mastines ronda los 2.000 euros al año. El pastor perigüelano no tiene reparos en dejar que el ganado se enfile a su viento camino del arribanzo del Duero porque, "como los mastines viejos", conoce los atajos y sabe las esperas al ganado. Las ovejas zumban estela acompañadas de una tropa de perros mastines y careas. Marchan despreocupadas y con ganas de aprovechar todo lo posible todo lo que se ponga a su boca. Una vez fuera del redil no se las oye balar apenas, tal vez por aquello de "oveja que bala, bocado que pierde".

Salvador Rodríguez señala no descomponerse cuando alguna oveja queda por el campo si al tiempo se percata de que también falta alguno de los mastines. Es sabedor de que el perro cumple su misión y está al lado de la oveja. En Pereruela, apunta, vivaquea una manada de lobos. Las responsables de Ecologistas en Acción Isabel Díez y Carolina Martín consideran que el lobo y la ganadería extensiva son de todo compatibles.