El maestro volvió a estar en maestro. Ocurrió en Coreses en el hotel Convento. Por un instante en el espacio robado al espacio se vieron aletear los vuelos de un capote, sonó música sorda y se quejó el tiempo. Rafael de Paula hizo otra vez el milagro. Solo con su palabra, el del barrio jerezano de Santiago convirtió el recinto hostelero en un coso reluciente, los miembros del Foro Taurino en espectadores de una faena tan inexistente como ideal. Torearon el gitano artista y El Nono. Lo hicieron como los ángeles: bajando los brazos, concitando los duendes, robando el espacio, chupando el arte que no cabe en el Cossío. La tauromaquia vista desde la visión de dos genios, dos hombres humildes a los que los toros sirvieron para reivindicarse como personas. En los tendidos, numerosos aficionados zamoranos, entre ellos el torero Alberto Durán, que disfrutaron con dos de los maestros que mejor han toreado a la verónica en la historia.