Sin carreteras no hay progreso. Lo tenemos claro hasta los que, -a mucho orgullo-, somos de pueblo. El desarrollo social y económico, incluso cultural y más humano, pasan por una buenas vías de comunicación. Sabemos, somos muy conscientes de ello, que el paso de los caminos "de herradura" y rodera" a las capas de rodadura de aglomerado, de las caballerías a los coches, facilita la marcha tanto como el regreso, la vida como la muerte. Son precios que por desgracia hay que pagar. Otra cosa son los efectos o defectos colaterales, que son evitables y que hay que hay evitar.

Nadie como Aliste, Tábara y Alba y sus gentes han colaborado para mantener un ecosistema para disfrute de las nuevas generaciones, incluida la fauna y flora. Y así seguirá siendo.

Lo que no puede ni deber ser es anteponer la vida y la supervivencia de la fauna a la de las personas. Alistanos, tabareses y albarinos apoyan, cómo no, la vida silvestre de lobos, zorros, jabalíes, corzos o ciervos. Eso nadie lo debe poner en duda, pero dentro de una lógica razonada y razonable. Lo que no puede ser es que en una casa donde cabe una familia de 5 personas meter cincuenta. Eso no se le ocurriría ni al que asó la manteca.

La cosa, lejos de mejorar, cada vez va a peor. No hay un día en que en la N-122 y la N- 631y carreteras secundarias registren algún accidente. Ya no hace falta ir a la sierra de la Culebra a avistar la fauna y disfrutar de la berrea. En Villarino cada verano los vecinos corren los sanfermines calle arriba y calle a bajo con un ciervo que se ha dado cuenta que es más fácil alimentarse en los huertos urbanos de berzas y lechugas que en la serranía de madroños. Zorros que cruzan calles a media tarde a la caza de gallinas y jabalíes arando castañares a la solana de la casa del cura. Viñas arrasadas, sin una sola uva, en una sola noche.

Esta claro que personas y fauna debemos convivir y sobrevivir, pero juntos, nunca revueltos. Salir a la carretera lleva un grave peligro, más para alistanos, tabareses, albarinos, carballeses y sanabreses, obligados a transitar por ellas. Más costes en accidentes y llegará el día que nadie querrá asegurar nuestros vehículos. No es normal ir por una carretera y que se te crucen manadas de 15 a 20 jabalíes o ciervos, con un choque inevitable, porque evitarlos es imposible.

Quienes trabajan y viven en lujosos despachos de ordenar el territorio tienen la obligación de buscar soluciones justas. Nuestras carreteras ni pueden ni deben ser en la vida, -necesaria de caminos, personas y fauna-, un atajo hacia el cementerio. La vida eterna, en estos casos, sí debe esperar.