Es Sanzoles un carrusel de ida y vuelta cultural durante el mes de agosto. Todo se concentra en el ecuador estival al que dio nombre el emperador Augusto. La programación se extiende como un chicle. Las asociaciones culturales (las tres) se vuelcan en la organización de distintas actividades pensadas para pequeños y mayores. Sal de aquí y vete allá. Compite, come, escucha, baila, disfruta del folclore, juega, degusta, ríe... una locura. Bendita locura es lo que ocurre por unos días en este pueblo que recupera la vida, los niños, los colores y hasta el oxígeno que se evapora el resto del año y se congela en invierno, que no sé cómo es capaz de alcanzar alientos entre el vaho de la soledad.

Ha habido de todo: actos masivos, marchas solidarias (2.000 euros recaudó la "carrera" popular en favor de la asociación de enfermos y familiares de esclerosis múltiple), actividades mercantiles, exposiciones, juegos para los más pequeños, teatro, cante, baile, música popular, tradicional y del sur, competiciones gastronómicas y una chorizada y "huevada" con el sello del Zangarrón, que en este pueblo es difícil organizar algo que no lleve el mismo apellido, el de la mascarada de invierno.

Si algo tienen los vecinos de esta localidad (que, por fin, parece haberse dado cuenta de que la dehesa de Valdemimbre también existe y es Sanzoles) es una capacidad enorme de colaboración y de volcarse en lo que sea. Participan como pocos y colaboran cuando sea necesario. Lo saben las (tres) asociaciones culturales y más que nadie el Ayuntamiento que coge carrerilla nada más empezar el verano con la fiesta del patrón, San Zoilo, y no pierde velocidad hasta pasadas las fiestas de San Sebastián que, por cierto, empiezan hoy y duran hasta el martes.

Culmen artístico

Tiene Sanzoles, además, una singularidad, que al contar con tres asociaciones culturales acumula un potencial organizativo enorme. Lástima que todas no remen en el mismo barco, pero eso es otro cantar y seguro que tiene más de una explicación, dependiendo de quien la dé.

El programa cultural del verano se ha cerrado en los últimos días con una velada de cante y baile, un concurso de paellas y la actuación del coro de San Zoilo, tres actividades que han supuesto, como no, un éxito participativo impresionante.

En la velada aventada por los aires del sur, aparte de muchos espectadores, hubo una gran altura artística. Virgina Sánchez, grácil, etérea y de una fuerza expresiva que impresiona, volvió a dejar su impronta, junto a Cristian Montaba y su yegua torda. Qué bonita es la imagen de la bailaora, équido y jinete titilando jeribeques etéreos. Pero esa noche hubo mucho más. Irrumpió luminosa la copla universal de Juan Carlos Vega, cantante de Madridanos, que conjuga su saber estar en el escenario con un dominio vocal que la va a llevar muy lejos. Guitarra y cante de Raúl y Antonio el de la Alfonsa y, en el centro, la figura juncal de Mario Bueno, un bailaor con una fuerza expresiva que arrastra al público. Hay poderío, pero también sutileza, la fuerza creativa de quien hace soñar sentimientos con el compás poliédrico del movimiento domeñado.

En el otro lado del pueblo, en La Panera, el coro de Sanzoles volvió a demostrar que el mérito siempre es colectivo, cuando quien está al frente es un maestro (Luis M. Negro).