La familia de Felisa Ferrero, que hoy hará siete días que desapareció en Robleda sin dejar rastro, está conmovida con la gran respuesta dada por la población, que se han volcado por encontrarla. A pesar del tiempo pasado, sostienen en su interior "la confianza" de que aparezca. No esconden un cierto nerviosismo por la falta de indicios que revelen su paradero, pero mantienen la esperanza de hallar a una mujer que siempre hizo gala de una gran fortaleza, máxime cuando en el operativo puesto en marcha participan una pluralidad de colectivos con agentes de la Guardia Civil, forestales y personas de la zona. Son conscientes de que el tiempo corre deprisa, y la preocupación no puede dejar de estar presente, pero siguen con fe en su interior.

En la búsqueda de Felisa Ferrero se han rastreado caminos, senderos, zonas boscosas, regatos e incluso se han vaciado zonas de agua. La Guardia Civil ha atendido llamada de personas que dicen haber visto a alguien que pudiera ser y han revisado carreteras y traslados. Todo ha resultado de momento infructuoso, pero la operación sigue adelante con esperanza.

El pueblo de Ilanes se ha volcado en la búsqueda, durante una semana, de su convecina Felisa Ferrero García de 91 años, una persona muy querida en el pueblo. Voluntarios y agentes de la Guardia Civil de El Puente realizaron ayer otras dos incursiones a lo largo del día por las zonas aledañas a la casa de Robleda, donde desapareció el pasado domingo, cuando se encontraba acompañando a su hija.

Con 17 años Felisa emprendió el camino de la emigración para ayudar a la familia de Ilanes. Es la tercera de una familia numerosa de cinco hermanos que se quedó prematuramente sin padre. En la década de los cincuenta, la época de la emigración, su primer destinó fue Madrid y luego se trasladó a Barcelona, donde trabajó de empleada de hogar en casa de una familia francesa que, cuando regresó a París, Felisa se fue con la familia. Poco después pudo reunirse con ella su marido, Feliciano Francisco Martínez, una vez establecida en París.

En la capital francesa pasó prácticamente su vida, salvo las visitas a su pueblo natal de Ilanes, donde regresaba cada verano en la época de vacaciones, primero a casa de su madre Pilar, hasta que falleció, y posteriormente a la casa de veraneo que levantaron en el pueblo en los años 80. Su única hija, Montse, nació en 1959 en la capital francesa, al igual que sus dos nietos. Cada vez que volvía a Ilanes "venía con las maletas cargadas de chocolate, café y ropa" para la familia y sus amistades, recordaba ayer su hija que con 4 años empezó a veranear en la casa familiar de Ilanes, donde se reencontraba con sus amigas Chus, Pili y Ana. Felisa establecida en Sanabria, una vez jubilada, comentaba en algunas ocasiones que le gustaría volver en alguna ocasión a París, ciudad en la que pasó una parte importante de su vida y donde ahora reside uno de sus nietos.

Es una mujer muy activa y alegre, recuerdan sus allegados. Todos los días bajaba andando con su vecino Natalio hasta El Puente de Sanabria para comparar el periódico y tomar un café, aunque sus problemas de cadera y una afección cardiaca, limitaron esta costumbre diaria en los últimos meses. Felisa y su hija sólo iban a estar 15 días en Robleda, para ella unas cortas vacaciones, y se despidió de su amiga Piadosa.