Llevado por un prolijo "muelo de recuerdos", José Luis Guitiérrez "Guti" desgranó anoche en Bermillo la catarata de evocaciones que le genera la comarca de Sayago, en la que "debuté" siendo muy niño de la mano de su madre, maestra en Fermoselle. "Corría el mes de octubre de 1973 (cuando) se produjo el primer encuentro entre este artista y la tierra sayaguesa" contó el cuentacuentos, a quien La Mayuela invitó a dar el pregón.

Guti tuvo palabras para esos "amigos del corazón que me enseñaron a amar la tierra sayaguesa (?) a los que como Adolfo Álvarez me enseñaron los secretos de los pájaros, Abel Martín, que me enseñó el sonido de cada madera; el tío Vicente, que me enseñó a pelar un chivo; el señor Fernando Velasco, que me llevó por primera vez al Arribanzo y a los molinos, Susi, que me contó el nombre de todas las peñas; Alonso, que me contó que el queso es de leche de la oveja y que la oveja es del amor del pastor por la tierra; a Lorenzo que puso a una palla el asomadero de DonGuti, a Monchi que me hizo pulijonero, al Coito y sus historias; y sobre todo a Mercedes y Víctor que desde Fornillos trataron de poner cordura y amor en el mundo y en esta cabeza loca".

En su recorrido sentimental por la niñez sayaguesa, evocó cómo a los siete años "empecé a bailar en los coros y danza, a los diez a bailar de pueblo en pueblo en romerías y fiestas patronales, y a los catorce recibí de manos de mi padre un regalo que habría de marcarme el sendero de manera definitiva, una grabadora". Con ella empezó "a escuchar a viejos, pastores, a las mujeres en las portaladas y ahí entre meriendas y labores fui descubriendo poco a poco el alma verdadera y antigua de esta tierra"".

Y fue así como este autoproclamado "charlatán, cómico, titiritero, un medio vagamundo" abandonó el territorio de la infancia para adentrarse con ternura, admiración y reconocimiento en el de "los héroes de mi odisea". Es cuando Guti mencionó las excursiones "con Miguel, LoLo, Tina y Carmen, con mis padres etnográficos de Bajo Duero, buscando tesoros en el folclore de cada pueblo". Por ese itinerario sentimental transitaron grandes bailadores como Emiliano Zarza de Mayalde, Enrique Fadón de Palazuelo, Segundo Magarzo de Villar del Buey, Abel Martín de Muga. Atilana García, Isolina Arribas, Marina y Tere Martín, "las bailadoras de mi corazón". O Ramón Gejo, de Fariza, "el tamborilero que me enseñó el secreto de bailar charro con un vaso de vino en la cabeza" o Emiliano en Argusino. Recordó las castañuelas de fresno "que me vendió Abel Martín, de la Muga, en un San Pedro". A los tamborileros Amador García de Cibanal, Isaías Fadón de Palazuelo o Diego Peña de Torregamones. Al señor Antonio Viñuela de Peñausende, a Esperanza de Villardiegua y sus historias de contrabando. O las lecciones de Marina Martín en Muga.

"Los héroes de mi odisea estaban allí, arrimados a la lumbre, recostados sobre una peña, estaban sacando agua con el cigüeñal, estaban dándole vuelta a los puños y a los cuellos gastados de las camisas de los niños, estaban quitando la corcha al alcornoque, herrando la yegua o tocando el tamboril, pasando trabajos, estaban pasando penas para sobrevivir y para dar a sus hijos una vida que ellos creían mejor que la que ellos tuvieron que pasar" proclamó el cuentacuentos.

Guti no desaprovechó esta popular tribuna para cuestionar "la cultura de lo gratis" y del "mínimo esfuerzo" y ensalzar "la labor de los hombres que levantaron paredes alrededor de la tierra, de las mujeres que sacaron de la tierra el sudor y el pan". En definitiva un reconocimiento y orgullo "de nuestros mayores al legarnos esta bendita tierra que habitamos".