La asociación cultural "El Pedazo" de Sandín expone estos días una pequeña selección de las 3.000 hojas de preguntas, respuestas, entrevistas y datos recopilados con motivo de la elaboración del catastro del marqués de la Ensenada, en 1752. En el pueblo residían entonces 46 vecinos "e incluso algunos pobres" en 23 casas habitables "cinco inhabitables y seis arruinadas". Además de recopilar los documentos, el trabajo se ha centrado en trascribir parte de los textos y hacer su presentación. En fiestas, veredas y otras cosas gastaban más de 1.000 reales que se repartían entre los vecinos, por carecer de propios.

La cantidad de anotaciones donde se recogen las respuestas de diferentes vecinos y autoridades locales ha sorprendido incluso a José Luis Ríos Prado, miembro de la asociación y encargado de bucear en los archivos Históricos del Ministerio de Cultura y dar con los datos de una población transcrita como "San Dín", separado.

Los documentos están digitalizados y se pueden consultar a través del portal del Ministerio de Cultura. Hay referencias a los diferentes cultivos, como la linaza y el centeno pero en esas fechas la patata importada de América era un cultivo totalmente desconocido en estas tierras de la corona, al igual que el azúcar. Fanegas y celemines son todavía medidas que recuerdan los mayores de Sandín, pero no las generaciones más jóvenes. La hemina no se recuerda como medida de capacidad. Posiblemente ni en esa época se conocieran las monedas de más valor con la efigie de Carlos III. "Había muchos mundos diferentes" concluye el promotor de la muestra, una España de la Corte y una España sin desarrollo.

El Catastro de Zenon de Somodevilla y Bengoechea, marqués de La Ensenada, no tenía otra función que racionalizar y homogeneizar el cobro de tributos en las 22 provincias de la Corona de Castilla, que se puso en marcha entre 1950 y 1954. El sistema impositivo pasaba a gravar los bienes raíces y las rentas anuales. "No debe pues sorprendernos que una operación de tal envergadura, con tantos actores, que se desarrolló a lo largo de varios años, fuese escenario de problemas de toda naturaleza: enfrentamientos verbales y físicos, intentos de ocultación, sobornos, cárceles, delaciones, perjurios, prepotencia, servilismo, tráfico de influencia y hasta amores y amoríos".

Las pesquisas se iniciaron un 18 de agosto en Sandín de 1742, y comparecieron "Ignazio Matillanes y Domingo González, alcaldes; Pascual Matillanes, procurador; Pedro Matillanes, fiel de fechos; Diego Calbo, perito de la Real Hazienda y Juan Crespo por el lugar". Tras jurar por Dios ante el Juez "fueron evacuando sus preguntas por orden". Todos y cada uno respondieron a 40 preguntas. A la primera pregunta dijeron que esta población se llama "San Dín". Documentos anteriores recogen una "villa de Sandín" con fueros. En el siglo XVIII el pueblo pertenece a la Jurisdicción del Conde de Benavente, "quien pone justicia pedánea" y al que le pagan "100 maravedíes de oro en cada un año". El territorio tiene de "Levante a Poniente tres quartos de legua; de Norte a Sur, media legua; y de circunferencia, dos leguas y media, regulado todo a razón de cinco mil varas castellanas cada legua y una ora de camino y paso natural". Se trata de tierras de secano prados y matorrales, no hay cultivos de regadío, y predominan "linaza y zenteno, necesitando todas de año de descanso". La calidad de la tierra es "media e inferior". El término tiene "unas 2.000 héminas".

Queda reflejado incluso el precio del centeno, 15 reales; la maña de lino y la linaza, dos por cada uno de ellas. El diezmo se reparte a partes iguales entre el conde de Benavente y el cura de dicho lugar. El molino es de uso vecinal y solo muele 4 meses al año "por la mucha agua". Colmenas solo se indican 3 pero no saben quiénes son los propietarios, a expensas del reconocimiento. La cabaña ganadera es de "ovejas de vientre y de vacío, cavra, vacas, vueyes de labranza y zerdas". La ortografía llama poderosamente la atención del lector moderno.

En la relación no constan ni oficios, ni hospitales, ni ningún tipo de comercio "ni cambista", tan solo un "fiel de fechos" que no cobra sueldo alguno. El único oficio generalizado era "labrador" y sumamente pobre. No hay jornaleros "porque no hay quien pague jornal".