La recién nombrada presidenta del Congreso de los Diputados, Ana Pastor, rememora una infancia feliz en su pueblo natal. "De pequeña guardo mis mejores recuerdos" afirma con voz serena desde Galicia, donde ayer pasaba la jornada. "Son recuerdos bonitos, de maestros estupendos, como doña Evangelina, que enseñaba muchísimo. O la profesora doña Nila. Era una educación estupenda. Estudiábamos en una escuela unitaria, de niños y niñas. A mí se me daban muy bien los números, las matemáticas", evoca la zamorana, desde esta semana convertida en la tercera autoridad del Estado. Tristes casualidades, la escuela se vino abajo esta misma semana.

La capacidad que la ha llevado a las más altas cotas en cargos públicos ya estaba de manifiesto entonces: obtuvo un premio "en unas pruebas de dividir cifras por cinco números" a una edad de párvulos, cuando solo tenía "unos cinco años". Y descubre otra faceta inesperada de protagonismo infantil: "A mí me ponían de Niño Jesús" en las representaciones de las fechas navideñas.

Reservada a la hora de mencionar méritos propios, desvía la atención para señalar a otro compañero, un alumno "muy listo" llamado Valentín. Conforme avanza la breve conversación, la exministra desgrana todo un rosario de recuerdos nítidos: conserva grabados en la memoria "los mapas de geografía" que se manejaban en el aula. La suya fue una infancia "de juegos muy sencillos, acorde con la sencilla vida castellana".

Entre los entretenimientos propios de las niñas en Cubillos "estaba ir al campo a buscar flores, pero también a recoger moras. Era algo que nos chiflaba", tanto que "alguna me llevé por llegar a casa con el vestido manchado". Entre los buenos momentos, "el huerto que tenía mi abuelo con árboles frutales", lecturas infantiles, la gente que jugaba al frontón...

En aquellas correrías del Cubillos de décadas atrás, no faltaban los peligros, las prohibiciones por mor de la seguridad: "A los pequeños nos tenían prohibido ir a las vías del tren por el peligro que entrañaba". Y a continuación, Ana Pastor deja de lado la anécdota para reflexionar sobre la vida en Cubillos: "El tren era muy importante porque en aquella época no había autobús o solo un pequeño coche de línea". La vía férrea prestaba un servicio indispensable a todos los pueblos por los que transitaba y era utilizado también por estudiantes procedentes de la zona leonesa de La Bañeza.

Hay recuerdos que le vienen a uno a la memoria y otros que dejan marcas visibles. A Pastor, médico, se le vienen a la cabeza las vacunas que aplicaban a los escolares, "la de la polio, que te daban un terrón de azúcar; y la vacuna contra la viruela, que era más complicada y dejaba una señal como un círculo".

En la escuela de Cubillos estuvo hasta los nueve años. De allí, precisa, "me fui para el colegio de Las Siervas, de Zamora". Con las religiosas llevó a cabo una experiencia en Bercianos de Aliste que le dejó huella. Un verano convivió con los niños del pueblo alistano mientras los padres se iban a realizar tareas de campo, una acción solidaria" de la que también supo aprender.

El discurso vital de la zamorana tiene, sin embargo, un hilo conductor inconfundible: viene "de una familia muy unida", con una parte que "es buena de memoria y otra buena para los números". La enseñanza es otra de sus vocaciones: no se olvida de sus clases veraniegas a jóvenes del pueblo de Cubillos. Entre otros, al que fuera alcalde, Antonio Juanes. "A algunos les llamábamos los niños de la dehesa porque procedían de Salamanca".

Aquellas tardes de verano, plácidas, son muy distintas a las horas vertiginosas que se han sucedido desde que pasó a ser presidenta del Congreso en una legislatura que, como avanzó en su nombramiento, requerirá del diálogo. Sus paisanos están seguros de que cumplirá a la perfección con su papel. Y, en todo caso, en los momentos más duros, podrá echar la vista atrás y recobrar la placidez de sus días de infancia en Cubillos.