Hace años que en buen número de pueblos de la provincia, fundamentalmente los más pequeños, se acabó la misa diaria. Puede que en algunos vean al sacerdote cada quince días, los más afortunados mantienen la celebración de los domingos, y algún día entre semana, y los más poblados continúan con el privilegio de la misa diaria.

Era el caso de Tábara, cabecera de la comarca, donde hasta este mes de julio el sacerdote José Manuel Ramos Gordón garantizaba el oficio durante los siete días de la semana. Y así durante los últimos 26 años que ha permanecido en este municipio, hasta que llegó el inesperado anuncio de su marcha. "Cuando lo soltó en misa cayó como una bomba" expresa Santiago Fresno, vecino de Tábara y amigo del sacerdote.

Por eso su ausencia ha generado un vacío en la feligresía del que costará tiempo reponerse. "Nos hemos quedado como huérfanos" confesaba el alcalde tabarés, José Ramos San Primitivo, tras la partida del párroco hacia Astorga, donde el obispo le ha encomendado nuevas misiones en la Casa Rectoral, además de continuar con la delegación de Patrimonio de la diócesis que ha estado compatibilizando con su misión en la comarca de Tábara.

La marcha de este sacerdote ha dejado un vacío en la cabecera de comarca y los pueblos del entorno que, por el momento, están supliendo entre el vicario que se desplaza desde Astorga para garantizar la misa dominical en Tábara y el arcipreste de Vidriales, Tera y Tábara, Baltasar Villalón, también párroco de Santa Cristina de la Polvorosa y otros pueblos de esa zona. Éste es el encargado de las "urgencias", que consisten básicamente en los entierros y, si surgen, también las bodas o los bautizos.

Un cometido que carga aún más de trabajo a párrocos rurales cada vez más desbordados por la falta de curas, pero también el compromiso de atender al mayor número de pueblos posible. Baltasar Villalón está notando este trabajo extraordinario encomendado tras la marcha de José Manuel Ramos. Hubo un día que celebró dos funerales en una misma tarde, en Tábara y Escober, para salir después disparado hacia Burganes donde tenía comprometida la misa.

¿Cómo afronta esta nueva realidad? "Haciendo muchos kilómetros" confiesa el sacerdote. "La situación que vivimos es pública y no se puede negar; en la zona de Los Valles y Tábara nos hemos quedado al cincuenta por ciento; en dos años hemos pasado de 16 a ocho curas y la partida de José Manuel, que llevaba siete pueblos, se ha notado bastante".

Una situación que será transitoria y se espera que esté solucionada a lo largo del mes de agosto, según confirman fuentes bien informadas.

Entre tanto en Tábara está garantizada la misa dominical, no así en otros pueblos que llevaba el sacerdote ahora trasladado. Es el caso de Pozuelo de Tábara donde algún domingo ya se ha recurrido a celebrantes de la palabra, laicos que de forma voluntaria y tras una preparación dirigen las celebraciones aunque sin la consagración. "No nos queda más remedio que pedir su colaboración porque nosotros llegamos hasta donde podemos, y más" explica Baltasar Villalón. "Yo trato de acudir a los pueblos que puedo los domingos". Pero estas misiones tienen un límite, que los obispos establecen en un máximo de tres misas los domingos, aunque hay curas que se saltan la regla con el fin de atender al máximo número de parroquias.

Ante lo que la propia Iglesia ha calificado como un "invierno vocacional", los sacerdotes advierten de que la feligresía "se tiene que ir mentalizando" de que cada vez es más complicado cumplir la misión diocesana en el mundo rural.

Con una media de edad alta, las bajas de sacerdotes no cesan y la savia nueva no llega. Tábara y sus pueblos llevan todo el mes de julio viviendo muy de cerca esta realidad, al menos hasta que el Obispado de Astorga supla la ausencia de José Manuel Ramos Gordón. Una persona que no solo ha dejado un vacío pastoral, también se echará de menos su dinamismo, sobre todo en el terreno cultural y con el cuidado del patrimonio. "Sin él no se si tendríamos el Centro de los Beatos abierto" admite el alcalde tabarés, José Ramos.

El pueblo intenta adaptarse a la nueva situación, con la misa dominical generalmente a las 12.00, pero puede ser también a las 13 horas; según las circunstancias. Por si acaso, las campanas que estaban programadas para tocar en las horas fijas de momento han dejado de tocar. Hasta ver.