Fue un ya lejano 1988 cuando liderados por Bernard Junquera, profesor de la Educación Compensatoria de Alcañices, un grupo de entusiastas, alistanos, tabareses y albarinos pusieron la primera piedra de la Federación de Asociaciones Culturales que el 11 de junio de 1989 ponía en marcha en Fornillos el Día de la Comarca de Aliste, Tábara y Alba. Nacía un sueño difícil de conseguir no imposible, que logró convertirse en realidad. Nada hay más importante, imprescindible, sin lugar a dudas, para una cultura y un pueblo, que creer y sentirse orgulloso de sus orígenes, por escabrosos, duros y sencillos que hayan sido. La historia, antes, ahora y en el mañana se ha escrito y escribirá alternando alegrías y sinsabores, sonrisas y lágrimas, bonanzas y sacrificios. Nadie regala nada: de eso mucho sabemos las gentes de esta tierra, acostumbrados a luchar contracorriente, incluso cuando las aguas parece que bajan mansas.

Somos gentes de fronteras, naturales y gubernamentales: La sierra de la Culebra al norte, el Duero al sur, el Esla al este y Portugal y el Manzanas al oeste. Nuestros ancestros, padres y abuelos, madres y abuelas, dieron y dan su vida por esta nuestra tierra que, mejor o peor, es la nuestra, donde nacimos y, felices, crecimos y aprendimos a estar orgullosos de nuestros orígenes.

Aliste, Tábara y Alba atesoran joyas agroalimentarias como la ternera y las setas; una cultura tradicional pura de coloridos manteos y capas pardas de honras, de gaitas y dulzainas, un ecosistema rico en fauna y flora. Con un valor único, sus hombres y mujeres. Ellos son el alma y corazón de esta tierra, plantando cara a la adversidad, luchando desde que nacen hasta que mueren por ofrecer lo mejor a sus familias, cultivando la supervivencia de los pueblos. Nada para saber a donde vamos como tener muy claro de donde venimos. Todos, sin excepción, somos deudores del lugar donde nacimos. Debemos ser y estar siempre agradecidos.