Las Fiestas de la Visitación de Fuentesaúco explosionaron ayer con la eufórica concentración de varios centenares de peñistas en la ermita de la Antigua, patrona de la villa, para implorar por el desarrollo de unos festejos memorables, sin incidencias que reseñar ni episodios que lamentar.

Son conscientes de que el riesgo late un día tras otro en Fuentesaúco por cuanto que los toros bravos protagonizan comprometidos y diferentes espectáculos taurinos. Son eventos seguidos con pasión y en todos ellos existe un peligro real por el amor de muchos de aproximarse al filo de los cuernos y salvar por pelos las embestidas de los animales.

Son un total de dieciocho peñas las que participan en el encuentro, según precisó ayer el alcalde de Fuentesaúco, Gaspar Corrales, pero que, en conjunto, suman una nutrida multitud de personas de toda edad. El regidor saucano pronunció desde el balcón del Ayuntamiento unas palabras de ánimo y salutación a la masa de peñistas que abarrotaban la plaza y ardían en deseos por entrar de lleno en los festejos. También estuvo presente, como un peñista más, el delegado Territorial de la Junta de Castilla y León, en Zamora, Alberto Castro.

El colectivo peñista de Fuentesaúco se ha fragmentado durante los últimos años y de ahí la pluralidad de formaciones, que superan la veintena. La pulverización reinante, no obstante, no merma ni calidad ni cantidad al mundo de las peñas y los Espantes sigue encabezando por su larga historia el desfile, que parte desde el Ayuntamiento hacia la ermita donde tiene lugar el gran espectáculo y los oficios religiosos, con la presencia del Equipo de Gobierno.

Es una concentración de gran vistosidad y colorido, marcada por una atmósfera envidiable debido a la alegría que acompaña a quienes se disponen a vivir las fiestas patronales con las máximas expansiones.

Primeramente, en la mañana tuvo lugar la llamada subida de los bueyes a los corrales del pueblo. Lo hacen "a paso lento", arropados por los caballistas y en las dependencias reciben la sal que les engatusa. Es un recorrido que sirve para que los animales "memoricen el camino", al decir de Ángel Rodríguez, y enfilen con buen tino a los novillos que, tras los famosos espantes, son conducidos hasta los citados corrales para, tras el descanso, protagonizar el encierro de calle.

Una vez que las peñas cumplen con su misión y alborozo en la ermita de la Antigua, la costumbre es que el gentío se dirija hacia el prado de La Reguera para ver de cerca el encierro de los toros.

Los animales llegan a la pradera el miércoles y hasta su entrada en escena para cumplir con su papel en los espantes gozan de máximo respeto y una tranquilidad absoluta.

El avistamiento y la observación de los astados sirve a no pocas personas para juzgar e interpretar el carácter del bovino que hacen una vida aparentemente apacible. En los gestos, en las miradas y en el comportamiento esgrimido por los bravos en el prado hay quien dice extraer el grado de bravura y el temperamento. "En realidad la veta se certifica cuando toros, caballos, jinetes y pueblo andan excitados en el momento crucial del espante, o en lances tensos y agitados que salpican cohabitación en La Reguera.

La programación festiva sigue hoy su curso con el primer desarrollo de los tradicionales espantes, a las 10.00 horas, con novillos de la ganadería "El Tajo y la Reina" del maestro Joselito. A las 19.00 horas tendrá lugar la novillada sin picadores "Final Garbanzo de Oro", con los novilleros Jaime Casas, David Salvador (triunfador del Bolsín de Ciudad Rodrigo) y José Luis Vega, más los tres triunfadores del bolsín Tierras de Zamora.