Apenas dos kilómetros separan las iglesias de Santa María en Prado y San Babilés en Quintanilla del Olmo, un camino ligero que los vecinos de ambas localidades recorrían ayer para encontrarse a mitad de camino, donde los dos pueblos renovaron un año más su hermanamiento en la tradicional rogativa que celebran cada primero de mayo.

Las imágenes de devoción de ambas parroquias, San Antón, San Isidro y la Virgen del Rosario fueron testigo en medio del verde campo del intercambio de bastones entre los alcaldes de Prado y Quintanilla, Javier Gangoso y Carlos Peláez, gesto simbólico de la ancestral hermandad entre ambos pueblos.

Aunque se desconoce el origen de esta tradición se cree que su antigüedad se remonta varios siglos, y al igual que otras rogativas se celebraba para rezar por una meteorología que favoreciera las cosechas, aunque con el tiempo se ha convertido en una jornada de fiesta y hermanamiento entre dos pueblos vecinos, así como de defensa de los municipios pequeños, pues estas dos localidades comparten casi todo menos el ayuntamiento pese a su escasa población. Prado cuenta con unos 60 habitantes, y en Quintanilla pasan de la treintena por poco, pero ambos han conseguido conservarse como municipios independientes, estando entre los más pequeños de la provincia de Zamora y de toda España.

La rogativa se celebra todos los años, haga el tiempo que haga, ya que según cuentan los mayores del lugar la única vez que se la saltaron cayó en ambas localidades una fuerte granizada que arruinó los cultivos. Sin embargo, ayer brillaba el sol y el buen tiempo ayudó a subir el ánimo y el nivel de participación, estaban casi todos los vecinos, tanto de Prado como de Quintanilla, así como decenas de emigrantes de ambas localidades que volvieron a sus pueblos a pasar el puente y disfrutar de un precioso día entre amigos y familia. La música tradicional animó el camino, mientras que las banderas de Zamora, Castilla y León y España pusieron la nota de color a la vistosa procesión.