Los descendientes del desaparecido pueblo de Argusino, demolido en septiembre de 1967 y posteriormente cubiertas sus ruinas por las aguas del embalse de Almendra, celebraron ayer la romería del reencuentro con emoción y sensaciones entrañables por cuanto que se saludan personas dispersas por los pueblos de la provincia y otros puntos del país que se resisten a perder sus orígenes.

Lo hacen en la ermita de Santa Cruz, ayer casi lamida por las aguas de un embalse que roza el llenado. Y lo hacían con un sentimiento de alegría y nostalgia a la vez, y con la firmeza de mantener viva la raigambre de siempre.

Ayer volvieron a conjuntarse decenas de familias y unos cientos de personas, y prodigaban los besos, los abrazos y los saludos porque es una romería de gentes sin pueblo que reafirman su identidad el primer domingo de mayo. Con 49 años de añoranza, las lágrimas ya no saltan a sus ojos, pero la humanidad brota por todos los poros de los forjados romeros.

Fue un día soleado pero de fresca brisa, con el suelo de la pradera encharcado por la abundancia de agua y, en una y otra parte, con las humeantes fogatas de quienes aprovechan la festividad para hacer una jornada campera. El baluarte Glorialdo Peños muestra su satisfacción porque este año ha culminado la construcción de la cerca al templo de Santa Cruz. Con el disparo de un cohete anuncia el comienzo de la misa, que rebosa la ermita de fieles.

"Gente abierta y humilde"

Previamente, en los exteriores, todo son saludos y conversaciones. "De Argusino, debería llamarse la presa" expresa Isabel de Dios, que regresa desde Barcelona para asistir a una cita que reúne a una población diseminada y, en parte, refugiada en otros enclaves. A José Antonio Peñas Alejo, que ocupó destacados puestos de responsabilidad ligados al Ministerio del Interior, la marcha final del pueblo le pilló fuera. No obstante, afirma que "viví con mucha pena ver desaparecer el pueblo donde uno nace y se cría". "Vengo todos los años y veo el reencuentro con pena porque no he podido ir al pueblo a pasear por sus calles, y con alegría porque es muy importante saludar y convivir con quienes nos criamos en Argusino" añade.

José Miranda también estaba fuera cuando la expulsión, pero asimismo habla de pena "porque regresaba al pueblo todos los veranos, las Semanas Santas y siempre que podía". Indica que su padre "murió de pena a los 71 años. No tuvo el salero de derruir una casa casi recién construida y, tras recoger enseres, cerró la puerta y se marchó llorando a Villar del Buey". Luisa López recalca que "he sufrido muchísimo". Prueba de su dolor es que tardó "18 años en volver porque no podía. Se portaron fatal. Nos echaron de casa y quitaron la juventud". Ha luchado contra viento y marea y todavía mantiene en su Documento Nacional de Identidad que es natural de Argusino. "¡Qué no existe ese pueblo!" le dicen. Pero es lo que tiene en el alma y no cede ante nadie.

Servicios y carretera

José Antonio Peñas resalta, en el interior de un templo con todas las velas del iluminario encendidas, que "es importante que la sociedad sepa que Argusino ha contribuido a la economía nacional porque de aquí salen muchos kilovatios, que se reparten por toda España". Destaca, además, que "es un pueblo de gente abierta, inteligente y humilde, y esto es algo que nos ha ayudado a superar la pena de la pérdida del pueblo".

Levantar la ermita de Santa Cruz e ir añadiendo complementos y mejoras ha costado desembolsos particulares, muchas conversaciones y ciertos calvarios, pero los romeros se ven obligados a vivir situaciones indígenas. Sin servicios, no queda más remedio que emboscarse para hacer sus necesidades y ahí ves a unos y a otros buscando el abrigo de un tronco o las jaras como si fueran furtivos. La misma mujer, en su particular Primero de Mayo, reivindica que debería pavimentarse la carretera, ayer con unas zarzas de miedo invadiendo la polvorienta calzada de tierra. Y no faltó quien consideraba paradójico que el templo no cuente con corriente eléctrica con un manantial de gigavatios tan floreciente conseguido allí mismo. Hay quien apunta a la Alcaldía, que percibe más de 600.000 euros anuales de Iberdrola, como el organismo que debiera dar solución a estas cuestiones tan básicas como urgentes. El alcalde José María Nieto también acudió ayer a la cita.

Uno de los momentos estelares tuvo lugar, por la tarde, con la celebración del Ofertorio y la procesión con el Cristo hasta alcanzar la lámina de agua de embalse. Es una marcha arropada por cientos de personas. El Ofertorio culmina con la subasta de los dulces en un ambiente de gran disposición. La jornada culmina con la emoción derivada de un encuentro cargado de circunstancias personales que solo una comunidad desgajada y desplazada puede interiorizar.