Los cazafantasmas asturianos, que fijaron su base de operaciones en la localidad de Lober, se desplazaron el Sábado Santo hasta el deshabitado poblado del Salto de Castro, construido por Iberdrola junto al río Duero. "La primera anécdota la vivimos en pleno día, en lo que fue Casa Cuartel de la Guardia Civil. Llamó nuestra atención, conforme íbamos avanzando por la parte externa del edificio, que las contraventanas se abrían y cerraban de forma brusca, hecho totalmente normal si se tratase de un día ventoso, pero en este caso todo estaba en calma y no se movía ni una hoja de un árbol".

Durante la noche "la sensación de desasosiego era total", asevera Marián Castro, "es un lugar donde salen nuestros miedos y, a diferencia de otras experiencias, aquí es como si no nos quisieran". Se recorrió todo el poblado para centrarse finalmente en los considerados puntos calientes, la hospedería y la iglesia, al percibir la médium diversas imágenes de espíritus de forma desencarnada, como eran en vida.

A pesar de las percepciones y de las captaciones fotográficas, donde una vez más aparecen fenómenos de fantasmogénesis, en esta ocasión no logramos pruebas psicofónicas. Tal vez como resultado de la hostilidad de los "habitantes". Marián percibe el lugar como "un auténtico campamento de bajos astrales, es decir, espíritus que no necesariamente se encuentran allí por haber sido antiguos vecinos del poblado, sino lo que se define en el mundo espiritista como espíritus que han quedado atrapados en un plano intermedio". Por la cantidad de percepciones denotaron "que se manifiestan como celosos guardianes del entorno".