El taller de corte y confección reúne semanalmente a dos grupos de mujeres de la villa de Puebla de Sanabria y pueblos cercanos, bajo las instrucciones de Yolanda Bolaño Incera, profesora de corte y confección, de Vime de Sanabria.

Es un taller donde aprender patronaje, corte y costura, e incluso terapia de grupo y repostería, como queda en evidencia ante el buen clima que reina entre maestra y su decena de aprendizas.

Las participantes eligen el modelo que quieren diseñar, la tela, el corte y manos a la aguja y la máquina.

No queda muy lejano el recuerdo de "que las niñas se las enseñaba a coser pero luego no hacías una carrera universitaria. Ahora no se enseña a coser pero sí aprenden una carrera" dice la profesora.

En los pueblos había un sastre o una modista que hacía la ropa por encargo para todos los vecinos. En los seranos se juntaban también las mujeres del pueblo para hilar el lino, principalmente, o tejer con lana. "Todo eso se ha perdido, como la costumbre de contarse cosas o historias en esas reuniones" apunta Yolanda Bolaño.

En los años 60 proliferaron las academias de corte y confección, aunque anteriormente el oficio se aprendía en casa de un sastre o una modista. En estos momentos Yolanda Bolaño echa en falta formación profesional reglada que valore la formación.

El mundo de la moda está en alza porque "prima mucho el atractivo de los diseñadores, de la publicidad de moda, la fotografía, las modelos, pero no cómo se construye. No se enseña confección. Es más aprender dibujo que ejecución".

Es notoria la carencia de buenas modistas porque "había muy buenas profesionales pero se han cerrado mucho talleres y el este trabajo manual se ha ido perdiendo". No es lo mismo "decir que eres diseñadora que costurera".

El mercado ha acostumbrado a los clientes "a pagar 10 euros por un pantalón y si cobras 50 por hacer una prenda única con el diseño y la tela que eligen no lo ven bien, porque no se valora todo el tiempo y el trabajo que dedicas. Solo se valora el resultado final". Compara que "todo el trabajo que hace un diseñador se paga pero no sucede lo mismo con el que realiza una modista".

Los grandes diseñadores, como Yves Saint Laurent, terminaba sus desfiles con su bata blanca y todas las modistas de su taller sobre la pasarela en reconocimiento a su trabajo.

Las participantes en el taller de corte y confección lleva adelante su laboriosidad con enorme entusiasmo y convencimiento de realizar una labor de gran relieve. Lo hacen además en una atmósfera entrañable.