-Resulta curioso cómo la destrucción del paisaje se acelera con la sangría demográfica. A veces creemos que lo que destruye la naturaleza son las concentraciones de personas.

-A mi me llama mucho la atención, pero lo explico. Lo que está claro es que la agricultura intensiva y los monocultivos con predominio del cereal equivalen a menos mano de obra. El agricultor que antes llevaba unas 20 hectáreas ahora necesita 250 o 275 hectáreas para poder vivir, y en muchos casos el agricultor y su familia viven en la ciudad porque ya no es necesario que estén siempre en el pueblo. Además el cereal no genera mano de obra derivada de la transformación agroalimentaria como si pasa, y ese es el ejemplo opuesto, con los paisajes vitivinícolas. La filoxera supuso una desgracia para Tierra de Campos en 1900, generó una pérdida de población importante con migraciones a Sudamérica. Aquí no recuperamos los majuelos después de la plaga, en la zona del Duero sí lo hicieron porque eran más pobres, pero ahora son más ricos. Por otra parte, las personas tienden a vivir en paisajes con más arbolado, es algo que parece subjetivo pero hay muchos autores que citan esa relación entre calidad del paisaje y calidad de vida. Un ejemplo en Castilla y León es la zona de Pinares del sur de Valladolid y el norte de Segovia, que tiene menos tasas de pérdida de población que Tierra de Campos. Si nos vamos a otras comunidades, es obvio que en el norte de España, que hay un paisaje mucho más diverso, también hay más población rural.