Copistas, miniaturistas, traductores e ilustradores trabajan con denuedo tras los muros del monasterio benedictino del siglo XIV donde se ambienta una de las novelas universales de la literatura contemporánea. Umberto Eco, escritor italiano fallecido recientemente, describió a la perfección en "El nombre de la rosa" aquel intrigante mundo monástico del medievo donde el scriptorium encuentra similitudes con la iconografía de la torre del monasterio de San Salvador de Tábara.

La miniatura del monasterio tabarense, cuya imagen aparece a la derecha de estas líneas y que forma parte de las ilustraciones del Beato de Tábara, refleja a dos escribas trabajando en el scriptorium y, en un cuarto adyacente, una figura sentada cortando la piel de un animal con tijeras. Se trataría del amanuense y del miniaturista -llamados, según la leyenda de la miniatura, Senior a la izquierda y Emeterius a la derecha del pupitre- y del pergaminero en un habitáculo adyacente, trabajando la materia scriptoria con unas grandes tijeras.

El Scriptorium forma así parte de los escenarios donde se desarrollo una trama apasionante con las labores detectivescas de Guillermo de Baskervill, ayudado por el novicio Adso, para esclarecer los crímenes cometidos en una abadía benedictina en el año 1327. Una ilustración inspiradora para el escritor italiano de fama universal que se vio seducido por el laberinto del scriptorium torre que contiene el Beato de Tábara para reconstruir el mundo monacal donde se desarrolla su novela más importante. El hecho de que Umberto Eco -además de escritor de relevancia mundial, filólogo y experto medievalista-, se sirviera de esta representación iconográfica, la más antigua imagen de un scriptorium en el arte europeo, no hace más que magnificar la ya conocida importancia del Monasterio de San Salvador de Tábara, uno de los centros de la cultura europea del siglo X.

A los méritos propios de este referente cultural que ha dado relevancia universal al Beato de Tábara se suman reconocimientos como la reciente incorporación los códices medievales de la Península Ibérica en el Registro de la Memoria del Mundo de la Unesco como "un testimonio del arte pictórico del medieval mundo occidental". Representan una transición cultural y escritural "única" que marca el paso del antiguo al mundo medieval.

La propia Unesco destaca la proyección de los Beatos en la cultura contemporánea a través de genios como Picasso, que se inspiró en las ilustraciones y la iconografía del Beatus para algunas de sus pinturas. Las características iconográficas, artísticas y culturales singulares han tenido así repercusiones significativas, en el mundo cultural de hoy. La Unesco cita también expresamente al escritor italiano. Precisa que los beatos, en concreto el Beato de Tábara -cuyo original se conserva en el Archivo Histórico Nacional-, con sus textos y dibujos de la torre scriptorium de San Salvador "sirvió de inspiración para la novela de Umberto Eco". Hecho que también justifica la incorporación de los códices medievales en el Archivo de la Memoria del Mundo.

"Los beatos han estado entre nosotros durante los últimos diez siglos. Aunque estuvieran guardados hay que reconocer los signos de su herencia" llegó a afirmar Umberto Eco en 1985, en el marco de Europalia la gran muestra de cultura española que se celebra en Bélgica donde se expusieron una veintena de manuscritos ilustrados que se conservan del Comentario al Apocalipsis, del Beato de Liébana. "Sus fastuosas imágenes han dado lugar al mayor acontecimiento iconográfico de la historia de la humanidad" sentenció.