Villanueva de la Sierra es el pueblo más occidental de Castilla y León, el último que toca la autovía A-52 antes de pasar a Galicia. Para llegar hasta él hay que atravesar el túnel de La Canda y adentrarse unos metros en tierras orensanas. Con medio centenar de habitantes censados, en invierno solo quedan 33, entre ellos cuatro menores en edad de escolarización. Óscar estudia 4º de ESO en Puebla, Miguel, Tomás y Álvaro van al colegio de Lubián, cada invierno la nieve aísla el pueblo y durante varios días los niños no pueden llegar a clase. La Junta de Castilla y León paga el transporte escolar que les lleva cada mañana a sus respectivos centros, pero aunque esta semana el autobús del instituto no pudo entrar en el pueblo, el parte de la Consejería de Educación reflejaba que en la provincia de Zamora no se habían registrado incidencias. Las estadísticas se olvidan de Villanueva de la Sierra, un caso paradigmático del olvido que en muchos casos sufre la Alta Sanabria por parte de las administraciones públicas.

Un manto blanco cubre por completo la localidad y cada mañana las máquinas apartan la nieve para que los coches quepan por las calles, sin embargo los vecinos coinciden en que "esto es poca nieve". La primera nevada del invierno no cayó hasta esta semana y "solo" causó problemas el lunes y el martes, otros cursos los niños han llegado a estar hasta dos semanas seguidas sin clase, aseguran. Pero las grandes nevadas no son sinónimo de vacaciones. Óscar Cortés, el único adolescente del lugar, admite que le gustan -es cuando más bonito está el pueblo y sus alrededores-, pero cuando no puede ir a clase dedica la mañana a despejar las calles y a ayudar a su madre con el ganado y las tareas del hogar. Espera terminar la ESO en junio para estudiar Formación Profesional.

En el caso de los niños pequeños, son las propias madres quienes tienen que tomar las riendas de la educación de sus hijos durante las nevadas. Una semana es "un mundo" para el aprendizaje de un niño de Primaria. Es el caso de Otilia Castaño, madre de Tomás y Álvaro, de ocho y diez años respectivamente. "Llamo a las profesoras y vamos avanzando las lecciones al mismo ritmo que en el colegio, así no se agobian cuando vuelven y tienen que repasarlo todo. Se trata de preocuparse por su futuro y aunque vivamos en un pueblo darles todas las herramientas para que lleguen a donde quieran el día de mañana", explica esta ingeniera agrónoma que lleva junto a su marido Jesús una explotación de vacuno semiextensiva. "Recibir las clases por videoconferencia ya sería mucho pedir", apostilla.

Las preocupaciones de Otilia van más allá de los días de nieve. En los pueblos de la Alta Sanabria apenas quedan niños y los que hay solo pueden relacionarse con otros niños en el colegio. Un grupo de padres y madres del colegio Tuela Bibey de Lubián lucha por que la Dirección Provincial de Educación acorte el horario de las clases y en su lugar ofrezca actividades por la tarde, como deportes o inglés, para que los pequeños pasen más ratos de ocio con gente de su edad.

Del mismo modo, demandan opciones para el verano como campamentos urbanos en Lubián. Actualmente las pocas opciones que existen están fuera de la Alta Sanabria, en Puebla o en La Mezquita, en la provincia de Orense. "Es un centro muy pequeño y llegará un momento en que lo cierren por falta de críos, pero yo pediría que mientras esté abierto no nos dejen de lado. Si no cuidan a las familias de las zonas rurales, desaparecen", demanda Otilia. La ganadería extensiva es la principal actividad económica de la zona, y los meses de verano son los de mayor carga de trabajo para casi todas las familias de estos pueblos.

La educación no es el único campo en el que este rincón entre Galicia y Castilla sufre el dichoso "olvido". Además de la calidad de las carreteras, las reivindicaciones se centran también en la sanidad. Miguel, el hijo de Vanesa Ferreira, va a cumplir cuatro años. Es el habitante más joven de Villanueva, y aunque ya va al colegio aún es demasiado pequeño para clases extraescolares. Sin embargo, a esa edad los niños se ponen malos "cada dos por tres", pero el pediatra solo visita Lubián una vez al mes. El médico de familia solo pasa por Villanueva los miércoles, siempre que no coincida en festivo, y el centro de referencia está en Puebla, a más de 40 kilómetros de distancia. Incluso allí solo le tocaría pediatra dos días a la semana. "Los virus y las bacterias no miran en qué día del mes estamos", recuerda Vanesa.