Ni el dichoso calendario lunar que puso los carnavales en la misma semana que Las Águedas y Las Candelas, ni el viento, ni los desafiantes nubarrones impidieron a la Federación de asociaciones Espigas sacar su desfile de antruejo a la calle un año más. Todo gracias al tesón de los miembros de la asociación Salinas, de Revellinos de Campos, que después de cuatro años volvían a ejercer de anfitriones, y al trabajo en equipo de las otras agrupaciones que no fallaron y se esmeraron en preparar vistosos trajes y ensayar originales actuaciones.

Dos centenares de personas inundaron las calles de Revellinos, convertidas en un mar multicolor, una suerte de divertida locura que animó la tarde a todos los vecinos y a los curiosos que se acercaron desde otros pueblos de Tierra de Campos y Tierra del Pan para compartir la jornada carnavalesca.

Los iconos del Whatsapp cobraron vida en los cuerpos de los vecinos de Manganeses de la Lampreana y no, no faltaban ni el excremento con ojos ni la flamenca con su vestido rojo. La asociación La Vilana de Piedrahita de Castro trajo un juego de parchís lleno de detalles, con todas sus fichas de colores, sus dados y los cubiletes. Una de las agrupaciones más numerosas fue Monterracinos, de Monfarracinos, los organizadores del año pasado que esta vez llevaron el circo a las calles de Revellinos. No faltaban ni los payasos, ni el forzudo ni los trapecistas, estaba hasta el hombre bala.

Los anfitriones de Revellinos optaron por un tema de la tierra, más rural, y convirtieron las calles en un auténtico corral con gallinas, gallo, perros, el astuto zorro y la abuela con la cesta para recoger los huevos. Todos ellos iban seguidos por los exploradores de la asociación zamorana El Portal de San Vicente. Al finalizar el recorrido llegó el turno de desplegar las últimas armas de cada uno, con los coros y las murgas en una fiesta de hermanamiento entre los pueblos.

A pocos kilómetros de allí, Villalpando volvía a demostrar que se basta por si sola para sacar a la calle un desfile de cientos de personas disfrazadas. Los vecinos y los emigrantes que aprovechan los días festivos para regresar a su villa llenaron el centro de la localidad de ruido, alegría y color ataviados con originales disfraces de todo tipo, individuales en pareja o en grupo. La jornada finalizó con una fiesta en la que el humor, la buena vecindad y la alegría reinaron durante toda la tarde y la noche.