"Es un espectáculo impresionante sin duda alguna" expresa sobre la coronación de la presa de Villalcampo, Claudiano Morato, un vallisoletano que pasó la mayor parte de su vida laboral en Bilbao y que es la primera que contempla un desembalse furibundo. "Es precioso. Es terrible la presión que tiene que ejercer el agua" señala mientras observaba con asombro cómo espitan las cuatro compuertas de la primera gran presa de Iberdrola que abre la ruta hidroeléctrica del cañón del Duero a lo largo del Parque Natural de Arribes.

Su mujer, Edelinda Pérez, natural del pueblo Valdeperdices, nada más llegar al escenario desenfunda la cámara para grabar vídeos y dar a conocer el fenómeno filmado "a amigos y conocidos".

Que el mayúsculo escape de agua por los aliviaderos de las presas eléctricas es una visión sorprendente lo evidencia el hecho de que un repartidor de butano pare el camión en medio del muro para, de prisa y corriendo para no entorpecer el tráfico, inmortalizar semejante desembuche de agua; que un camionero con el vehículo cargado hasta los topes de paja haga un alto en el camino para hacer lo propio, que los autobuses ralenticen su paso sobre el dique para que los pasajeros disfruten de tan extraordinaria realidad, y que decenas de personas, de todas las edades y condiciones, se detengan para vivir sin pestañear una verdadera película de corte fluvial.

Son 1.200.000 litros por segundo los que abandonaban en la mañana de ayer el embalse de Villalcampo como alma que lleva el diablo para seguir el curso del Duero sin apenas detenerse en varios kilómetros.

A pie de presa esta avalancha causa un rugido ensordecedor, que se oye a cientos de metros de distancia, y que provocan sobre el lecho del río una ebullición y una espumareda que revelan que allí cuece una superlativa caldera, "con hervor" y todo.

La misma cantidad de agua abandona el embalse de Castro, encadenado al anterior, que mantiene las cuatro compuertas semiabiertas para dejar marchar un torrente que, por esta vez, salva las tuberías forzadas que alimentan las turbinas de las centrales.

En la presa salmantina de Aldeadávila descienden por los aliviaderos un total de 1,4 millones de litros por segundo, igual que por la presa de Saucelle, según informa Iberdrola.

Los desembalses son el mayor atractivo en estos momentos en el Parque Natural de Arribes del Duero y Reserva de la Biosfera. Las aves, que se apuntan como el emblema del espacio protegido, apenas se mencionan por quienes visitan Arribes en estas puntuales fechas marcadas por las precipitaciones y sus descargas.

Fernando Lorenzo, de Villalcampo, es un fiel seguidor de los desembalses desde hace décadas. "Todos los años vengo a verlo", afirma. Pero es un hombre que recuerda alivios de agua descomunales, cuando la entonces llamada empresa Iberduero abría las compuertas para dar rienda suelta a crecidas de caudales que dejaban a su paso por Zamora y otros puntos inundaciones horrorosas. "He visto las compuertas por encima de la carretera, que pasábamos por debajo porque se abrían completamente".

"Aquí llegaban cerdos, ovejas y de todo porque esas riadas llevaban por delante granjas y fincas" manifiesta Lorenzo. Mirando al frente, indica que en esas enormes derramas, que podrían superar los seis millones de litros por segundo. El plano de agua inundaba parte de los diques de la construcción y se nivelaba a unos metros de altura por encima del actual cauce.

Valentín Coria, de 73 años, que forma parte del mismo grupo (ambos vienen con sus mujeres), también vive con pasión el espectáculo. Asimismo hace referencia a la belleza de la cascada que dibuja el arroyo procedente de Moral y que engorda el Duero un kilómetro abajo de la presa.

Las esporádicas apariciones del sol, que se abre paso entre la nube e ilumina con el potente flujo de agua, confiere al escenario fluvial un encanto especial porque a veces deja ver el arco iris en los ámbitos de la presa. Es un colorido que añade una gracia especial al cuadro fluvial, sobre el que sobrevuelan las palomas afincadas en los posaderos de las compuertas como desconcertadas por la nueva situación.

Nadie sabe qué es de las carpas que suelen habitar junto a la presas, a la caída de los aliviaderos, como en un placentero paraíso, cuando todo está en calma. "Se van a otros puntos", afirma un profesional de la pesca. "Aguantan ahí" asegura Coria. "Se refugian en otras zona de las inmediaciones con aguas menos revueltas", "el torrente las echa fuera" son otras versiones de pescadores. De momento es una cuestión sin respuesta.

Valentín Coria recuerda que "antes se abrían las compuertas y podían estar meses sin cerrarse". Comenta que "cuando volvía la calma bajaba con un burro y, a golpe limpio, mataba los peces y cargaba las alforjas de carpas". Esta operación la realizaba precisamente en el remanso del aliviadero. También apunta que ahora el Duero es un feudo de "cangrejos rojos americanos". Los cormoranes que suelen tener sus posaderos en las peñas que emergen en el río en épocas de tranquilidad, han debido buscar nuevos "caladeros" porque el horno no está para bollos con tan turbulentos caudales.

La bravura de estas liberaciones de agua atrajo ayer asimismo a unos agentes medioambientales que ponen de manifiesto que "la naturaleza puede con todo". No quieren identificarse porque han aprovechando la coyuntura "y estamos de servicio". Sencillamente gustan de contemplar estas tremendas y forzadas regulaciones y no quieren perder la oportunidad presentada. Desde luego, lo que espita es un caudal insujetable, que no queda más remedio de decir adiós, y que marcha río abajo dejando un visible reguero de espuma. Con ser las turbinaciones energéticas una emisión de agua llamativa, ante estos desaforados desagües quedan en un segundo plano, cuando no casi imperceptibles. Las turbinaciones emergen como del fondo, son como aguas domeñadas, en tanto que los desembalses se visualizan por sus rabiosas escapadas y son como fieras asilvestradas e intratables.

Enrique Rodríguez Sejas, de Castro, es otra de las personas que ha visto las compuertas de los embalses abiertas "a tope". En su caso las de la presa de Castro. En este dique la mejor panorámica se observa desde el mirador del pueblo portugués de Paradela, que consciente de la importancia turística de este fenómeno y de la visión de Arribes ha construido en la zona un mirador dotado con todas las comodidades. "Hay franceses que vienen y se pasan por la zona una semana" afirma, "porque para quienes vienen es algo muy bonito".

Iberdrola informa, al respecto de estos desembalses, que "las abundantes precipitaciones registradas en los últimos días, con el consiguiente incremento de caudales en los ríos, ha llevado a abrir las compuertas de las presas con el fin de desaguar y regular las avenidas que se concentran en los ríos Tera y Duero como consecuencia de las aportaciones de las cuencas de cabecera".

El cañón del Duero es en estos momentos un mundo fluvial más vivo que nunca, con las turbinas revolucionadas, los aliviaderos ocupados y sonando como solo lo hacen una cascada de agua impetuosa, con el cauce dejando ver una estela que refleja una presurosa circulación y con cientos de personas disfrutando de la ruta de los desembalses con un placer y unas sensaciones imperecederas. Cada presa ofrece su propia identidad y aspecto físico, y todas llaman la atención cuando sueltan los excedentes, incluso las de menor entidad. "Aldeadávila es conmovedora" señala Fernando Lorenzo, que hace mención a las alturas de la presa y a que debido al diseño del aliviadero proporciona una caída del agua admirable. Pero no es menos emocionante Bemposta, Nuestra Señora de Agavanzal, Saucelle u otra presa que abra sus compuertas a la gran escena y al espectáculo fluvial.