La localidad de Abejera de Tábara revivió ayer, coincidiendo con el día de Año Nuevo, la mascarada de invierno de "Los Cencerrones", en una tarde marcada por la intensa y a la vez torrencial lluvia que incluso llegó, hacia las 15.30, hora de salida, a llevar a barajar la suspensión. Los jóvenes, no obstante, temerosos de no poder continuar con la tradición, deseoso de cumplir el ritual, esperaron impacientes y tuvieron su recompensa, una hora después escampó, y aunque solo fuera unos instantes, fueron suficientes para salir a la calle y que los allí presentes disfrutaran.

Álvaro Andrés Palacios fue el encargado de dar vida al Cencerrón, personaje principal, con la maestría que le ha caracterizado en los últimos años. Antiguamente la piel que cubría la cabeza y caía sobre la espalda era de lobo. Actualmente es de una cabra, lo mismo que los cuernos que coronan la carocha. Las tenazas de escalera y las cencerras atadas a la cintura son otra parte imprescindible de su indumentaria.

Muy bien estuvieron también el resto de los personajes: de los ocho fueron cinco interpretados por varones y tres por mujeres. La Filandorra fue Michael Blanco Dessler: Jesús Casado Folgado (Ciego), David Gallego Andrés (Molacillo), Adrián Rodríguez Vara (Gitano), Alba Iglesias Antón (Madama), Mónica Casado Folgado (Galán) y Beatriz Gallego Andrés (Pobre).

La representación, como ya es habitual, se desarrolló, en el entorno de la iglesia parroquial de "La Natividad" (Plaza del Fornico, denominación derivada de horno), donde lo abuelos y los padres presumieron orgullosos de sus Cencerrones transmitiéndole costumbres y tradiciones a nietos e hijos. El alcalde del pueblo Lucas Fernández fue el encargado de dar la entrada en el pueblo a los Cencerrones y allegados, tras compartir una "Pinta" de vino de la bota de gracioso Gitano.

Antaño, los Cencerrones salían a pedir el aguinaldo por las casas, cosa que ya no se hace. Ya en la anochecida, con la tradición cumplida, tras los bailes y peleas bajo las lluvias, entre las sierras de Sesnández y Valer, el acogedor pueblo de Abejera de Tábara gratificó a vecinos y foráneos con una sabrosa chocolatada en una jornada fría y lluviosa.