Villalpando vive hoy el día más especial del año, la celebración de la Inmaculada Concepción. La villa siente un extraordinario fervor por la Virgen y su pureza, fue el primer pueblo del mundo en comprometerse a defender este misterio y esa fe no se ha agotado cinco siglos y medio después, como demuestran sus habitantes cada 8 de diciembre.

Cuando las grandes escuelas teológicas europeas debatían si la Virgen concibió al Salvador sin pecado -un misterio que siempre existió pero no fue dogma de fe para la iglesia católica hasta 1854-, un pequeño lugar de la geografía de España tuvo un protagonismo extraordinario en el triunfo de esa tesis. Sus habitantes proclamaron su fe en la Concepción Inmaculada y se comprometieron a defenderla "por siempre jamás". Era el día primero de noviembre de 1466, y el lugar Villalpando. En 1908, el Congreso Internacional Mariano de Zaragoza reconoció que la villa terracampina fue la primera entidad de este tipo en defender de forma explícita el misterio. Este primer voto inmaculista se vería refrendado a lo largo de la historia por otros pueblos, grandes ciudades y universidades.

El compromiso no es exclusivo de la villa pues el voto fue tomado por Villalpando "y su tierra", y al solemne acto asistieron representantes jurados de Cañizo, Cerecinos, Cotanes, Prado, Quintanilla del Monte, Quintanilla del Olmo, San Martín de Valderaduey, Tapioles, Villamayor, Villanueva del Campo, Villar de Fallaves y Villárdiga.

Según un trabajo de investigación publicado por Félix Carmona Moreno titulado "Primer voto explícito en defensa de la Inmaculada. Villalpando y su Tierra (1466)", el estudioso sostiene que en esta zona de Campos la fe en La Purísima existía al menos desde el siglo XIII, en plena efervescencia de las controversias en defensa o impugnación de este misterio, la villa ya celebraba la Inmaculada. Por otra parte, señala como motivación inmediata la necesidad de los hombres de la época de "sentirse libre de las guerras que en aquellos momentos azotaban el reino de Castilla", la guerra civil por la sucesión de Enrique IV y las epidemias de peste que atemorizaban a los pueblos. La gente al sentirse desprotegida acudió a la Virgen como refugio y en la iglesia de San Nicolás se comprometieron a defender su Inmaculada Concepción.

El acta notarial del acto refleja que el acuerdo se hizo "por son de campana tañida". Según los estudiosos la campana que sonaba no era la del templo, sino la del ayuntamiento, porque fue un voto de villa, no de clérigos.

El trabajo de Carmona Moreno recoge que intervinieron en la suscripción del voto tres bloques de representantes. El primero incluía al alcaide de la villa, Ramiro de Mazuelas, en nombre del señor del conde de Haro, Pedro Fernández de Velasco, además de alcaldes y regidores de la tierra. En el segundo bloque estaban el alguacil, los escuderos, los jurados de todas las aldeas "y otros buenos hombres", y el tercero lo formaban los clérigos.

El estudio de Carmona subraya que el voto tenía "carácter de perpetuidad", por la fuerte carga que en el lenguaje de la época tenía la frase "por siempre jamás". No obstante, por si quedaba alguna duda, los villalpandinos se han encargado de renovar su devoción varias veces a lo largo de la historia. La primera refrendación tuvo lugar 32 años después del voto, el 26 de marzo de 1498, en la plaza del Templo, la actual Plaza Mayor de Villalpando.

Una nueva refrendación se produce a raíz de la victoria de las tropas villalpandinas sobre el rey Francisco I de Francia, que estuvo preso en la villa. La ceremonia se celebró en la misma plaza el 6 de diciembre de 1527. En el siglo XIX el papa Pío IX convierte la Inmaculada Concepción en dogma de fe, pero hubo que esperar hasta el siglo XX, el 8 de diciembre de 1904, con motivo del quincuagésimo aniversario de la definición del dogma por parte de la Santa Sede.

En el siglo pasado la villa volvió a renovar su voto varias veces más. La siguiente fue al terminar la guerra civil, el 9 de diciembre de 1940, en un acto presidido por el obispo de León, Carmelo Ballester, que propuso a los villalpandinos "prometer defender la Inmaculada Concepción de María hasta derramar, si es preciso, la última gota de vuestra sangre". La sexta refrendación se llevaría a cabo en los años sesenta, con motivo del quinto centenario del voto.

Además de renovar su promesa, los villalpandinos se han encargado de exportar su fe en La Purísima más allá de su tierra. Incluso los hijos más ilustres de la villa, como el VI conde de Monterrey, Manuel Alonso de Fonseca y Zúñiga, tal y como cuenta Tomás Osorio Burón, historiador y párroco de la ilustre localidad. Manuel nació en Villalpando en 1588, en el palacio de los condestables. La villa ya había hecho su voto y este había sido renovado solemnemente dos veces, en 1498 y 1527.

El conde sirvió de embajador del rey Felipe IV Roma. Su cercanía al papa Gregorio XV y el firme empeño del villalpandino consiguieron que el Sumo Pontífice decretara la prohibición "de cualquier afirmación privada o pública que sostuviera que la Virgen María fue concebida en pecado", explica Osorio en uno de sus muchos trabajos sobre La Purísima.

Después de vivir en Nápoles, donde actuó como Virrey, "fundó en Salamanca el convento de las agustinas y quiso que convento e iglesia se llamaran de la Purísima", en honor a la patrona de Villalpando. El templo está situado frente al palacio de Monterrey, construido por su abuelo, y hoy en manos de la Casa de Alba. Para presidir el retablo mayor de la iglesia trajo un cuadro de La Purísima, la famosa obra del valenciano José de Ribera. "Y allí está enterrado él bajo una estatua suya, obra de Giuliano Finelli", en actitud orante, mirando hacia la María Inmaculada de Ribera.

"Estas actuaciones inmaculistas sólo se entienden si anduvo por medio un villalpandino", concluye Tomás Osorio.