El rehalero J. G., imputado como presunto autor de un delito de maltrato de animales domésticos y denunciado como el presumible artífice de la muerte de un perro de caza, tras una montería organizada en Faramontanos de Tábara, tiene previsto recurrir todos los expedientes abiertos contra él porque, según afirma, tiene en su poder el perro dado por muerto. "Yo sabía que iba a aparecer, tardara lo que tardara. Me inculpaban de algo que no había hecho y los del pueblo de Faramontanos lo sabían porque algunos veían al animal" manifiesta. Añade que el perro apareció "muy delgado" después de pasar casi un mes a su propio viento.

J. G. expresa su sorpresa porque le imputaran por el presunto delito de la muerte de un perro que nunca reconoció como suyo. Recalca que el día de la montería, organizada el pasado 3 de octubre, se le perdieron "dos perros", que estuvo buscando en varias ocasiones. Casi un mes más tarde le llamaron para informarle que el perro estaba vivo y, tras recogerlo, lo mantiene en la perrera. Lo ha bautizado al perro como ""cristo", porque ha resucitado de entre los muertos". "Nada más que me vio se puso contentísimo" indica.

El rehalero de Tierra del Vino sostiene que, ante los agentes de la Guardia Civil, fue indicado como propietario del perro por algunas personas de la localidad. Pone de relieve, además, que, a consecuencia de la denuncia, ha vivido en unas circunstancias nefastas.

La Guardia Civil informó en su día que, continuando con las diligencias de la investigación, "se procedió a inspeccionar el núcleo zoológico y procedió a la inmovilización de los 54 perros integrantes de la explotación animal por motivos, entre otros, higiénico-sanitarios, falta de identificación de los animales, ausencia de vacunas, de censo y carecer de permisos para realizar la actividad".

J. G. subraya que desde entonces prácticamente todos los días ha tendido a alguien visitando la perrera y, ayer mismo, manifestó que estos días de atrás le han robado "todas las herramientas utilizadas para mantener en buen estado el núcleo y también el generador". Palas, cepillos y otros elementos le han desaparecido del lugar donde mantiene más de medio centenar de perros, ubicado en las afueras de la localidad.

La imputación por la presunta muerte del perro, un alano que apareció con orificio de bala en la cabeza, es una cuestión que sorprende a los rehaleros consultados porque, según expresan, "todos llevan un chip y el lector revela los datos y al propietario del animal". "A mí me atropelló un perro un vehículo y cuando la Guardia Civil pasó el lector rápidamente vio que era mío comenta sobre el particular un rehalero de la provincia". "De no haber sido mío hubiera puesto el grito en el cielo y hubiera mandado a todos a tomar por el c." remacha.

J. G. sostiene que fue denunciado por temor a que se vetara el aprovechamiento cinegético del coto, y considera que la situación no cambia en absoluto porque ahora procede averiguar al verdadero dueño del perro baleado en Faramonanos de Tábara.

J. G. se pregunta, asimismo, "¿cómo puedo matar el perro de un tiro si ese día iba con los perros y no llevaba arma?". Además remarca que es una persona que mira por los animales como lo prueba el hecho de tenerlos.

Una cuestión que manifestó claramente durante las diligencias instruidas por el Servicio de Protección de la Naturaleza efectuadas doce días después de la montería. "Ni siquiera un cuchillo" indicó.

En la montería organizada el primer sábado de octubre se batieron unos maizales y, según fuentes consultadas, no se logró dar muerte a ningún jabalí pero, sin embargo, apareció muerto un perro alano, utilizado en las jaurías para el amarre, con un tiro descerrajado en la cabeza.