Jesús del Río, alistano de Alcañices, vive muy de cerca la última barbarie terrorista en París a última barbarie terrorista en Parísen su doble condición de residente en Francia -en la Provenza- y como doctor en Geopolítica, profesor de Política Internacional en Marsella y vinculado al universo de los musulmanes franceses, lo que le ha permitido entrar en algunos círculos "un poco sensibles". Desde Francia Jesús del Río cuenta que tenía una amiga dentro de la sala Bataclan -el objetivo más mortífero de los terroristas- que por fortuna "logró salir sin daños". En esta entrevista analiza las circunstancias que han rodeado el atentado, ahonda en las causas y la situación de muchos musulmanes en Francia, asentados en las periferias de las grandes ciudades y en condiciones mucho más precarias que la clase media francesa. Un caldo de cultivo que, para Jesús del Río, explica mucho de lo ocurrido.

-¿Qué ambiente se respira en Francia tras el ataque brutal del viernes por la noche?

-París está muy vigilado por el Ejército, y en general todo el país. Hay miedo porque no sabes ni dónde ni cuándo van a actuar los terroristas.

-Es obvio que la sociedad está horrorizada con lo ocurrido, pero por otro lado se advertía de que esto podía pasar.

-Horrorizados mucho pero sorprendidos nada porque se veía venir. Bataclan está amenazado desde hace años porque es de capital judío y es de las pocas salas de París donde se organizaban actos en beneficio del Ejército israelí.

-La respuesta ha sido inmediata con el bombardeo a la capital del llamado estado islámico.

-Hay una mezcla de indignación y miedo, pero a la vez los franceses están encantados con los ataques en Siria. La clave de todo esto es que se sienten un poco culpables porque, aunque venden que el problema está en Siria y es el islamismo, hay también un fondo local. Llevan más de cincuenta años recibiendo a inmigrantes que llegan con una mano delante y otra detrás. Y se ha gestionado muy mal la llegada de estos grupos, se les ha metido en guetos, en las periferias de las ciudades. Los que llegaron a raíz de la independencia de Argelia, en 1962, no han dado problemas. Los están dando los nacidos en Francia, los nietos de aquellos emigrados a los que no se les propone ningún trabajo, así que pueden caer muy fácilmente en las redes del islamismo radical. Son los más torpes y con menos cultura. Y los más listos no tienen trabajo, no les proponen nada pero tampoco les incordian. Se van haciendo pequeños delincuentes. Con la llegada de Daesh (nombre árabe del llamado estado islámico) en Siria se les ha dado un marco. Como la alternativa es quedarse en el suburbio sin ninguna esperanza, caen como moscas.

-De ahí viene el sentimiento de culpabilidad...

-Los franceses se sienten culpables porque nadie ha hecho nada, hablan mucho de igualdad pero en realidad no existe, les han abandonado y se agarran a un clavo ardiendo porque no tienen alternativas. Los barbudos del islamismo saben que en los barrios ricos no tienen nada que hacer. Y esto es muy diferente a los atentados del 11 de septiembre en Nueva York; allí los terroristas no estaban con ellos, no eran de ellos, se fueron a tirar bombas pero no vivían allí.

-Eso agrava el problema y la deriva que puede tomar.

-El problema de Francia es que hay lista de espera para entrar en los grupos radicales. Y con los ataques a Siria está bien el palo, porque es necesario, pero sin la zanahoria no funciona. En Francia no hay ni palo ni zanahoria, no hay cárceles suficientes para acoger a tantos delincuentes. Y sí, un terreno fértil para caer en el islamismo radical.

-Ahora la clave está en la respuesta a las bombas lanzadas en Siria.

-La población, digamos blanca, está muy contenta pero ven que es simbólico. En el fondo saben que no van a resolver el problema a bombazos porque el problema no está en Siria, o solo en Siria, está en Francia. En el caso francés, aunque desaparezca Siria del mapa seguiríamos teniendo aquí la patata caliente. Yo mantengo que si un tío es violento, su religión es violenta. El islamismo aprovecha que mucha gente tiene poca educación para atraerlos.

-¿De aquellas revueltas de hace diez años vienen también estos lodos?

-Las revueltas de hace diez años no eran un problema islamista para nada, pero el islamismo radical ha conseguido aquilatar todo ese descontento. Ahora está prohibido hacer manifestaciones por el estado de emergencia, pero si surge algo espontáneo o cuando las autoricen, si van muchos musulmanes todo irá bien. Porque es distinto a lo de Charlie Hebdo. En aquellos atentados, sin pretender justificar nada por supuesto, había un componente de provocación, pero aquí no.

-¿Qué pueden estar pensando los musulmanes de los barrios periféricos tras el atentado?

-La sensación más primaria es de miedo a la reacción de la sociedad francesa con ellos. Yo he estado con algunos musulmanes y te lloran, te explican: "llevo toda la vida trabajando y qué nos puede pasar ahora". Porque los radicales son pocos comparado con la población musulmana.

-¿De cuántos individuos estamos hablando?

-En términos de población musulmana en Francia está prohibido por ley hacer estadísticas étnicas. Aquí o eres francés o no lo eres, sin meterte en el origen.

-¿Pero extraoficialmente qué datos se manejan?

-Estamos hablando de unos siete millones de musulmanes, aproximadamente el 15 por ciento de la población francesa. Y en Marsella puede haber un tercio de la población.

-¿Y radicales?

-Habrá entre 10.000 y 11.000. Insisto, el problema es doble en el caso francés. Por un lado está la dimensión internacional, el avispero de Siria y de Oriente Medio en general, que se resolverá o no, pero que concierne a todo el mundo. Y por otro está la problemática de integración (o mejor dicho, de asimilación) de la cultura musulmana. No es cuestión de si es culpa de unos o de otros, sino de cómo resolverla, y por el momento pocas soluciones. Se ha dejado a una parte de esta población enquistarse en la pequeña delincuencia, sin otras alternativas y sin demasiada represión tampoco, que todo hay que decirlo. A cualquier fulano más o menos descerebrado se le puede fundir un plomo y la lía. Para darte una idea, en Marsella conozco tipos que te consiguen un Kalashnikov por 300 euros, la mitad de precio que un iphone. Con eso queda todo dicho.

-Y también están las redes sociales, que aprovechan muy bien los radicales islamistas.

-Desde luego. Vivimos en una época en la que Internet y la globalización (que vienen de la mano) han imbricado ese conflicto internacional en la situación francesa y viceversa. Los franceses de origen árabe se van a Siria de aventuras, y luego vuelven entrenados y con el cerebro lavado.

-Es difícil asimilar para la sociedad que esta guerra puede ser larga y muy cruenta

-Pero es que eso es evidente. No puedes vigilar todas las salas de conciertos ni todos los cafés ni los restaurantes de una ciudad. El discurso oficial es que hay que esperar otro atentado y la presencia policial es patente por todos los sitios. Ayer (el domingo) hasta en las carreteritas más pequeñas de Francia había gendarmes, pero son medidas más de cara a la galería, para la que la gente se sienta segura. En el fondo no sirven de nada.

-¿Cómo piensa que va a evolucionar esto, hay esperanza de que la situación cambie?

-Estoy enfermo de optimismo. A los radicales les va a caer una lluvia de bombas, se van a llevar tal castaña que pueden quedar tocados. Porque cuando Francia actúa, lo hace con todas las consecuencias. Probablemente tengamos 15 o 20 años con represión pero tienen que proponerles algo, debe de haber una asimilación y también darles más caña, pero que el tipo que hace sacrificios sepa que hay algo a cambio.