En el Centro del Lobo Ibérico de Castilla y León no hay cobertura para la telefonía móvil. Visto como una liberación para los turistas que desconectan del mundo y el trabajo en su tiempo de ocio, se sufre como un problema grave entre los 24 vecinos empadronados y otros tantos que pasan largas temporadas en Robledo.

Un vecindario que a grandes rasgos, además de ceder su terreno para el centro, ve con buenos ojos el movimiento turístico que hay a su alrededor. Un trasiego fruto del problema de la casi imperceptible señalización que desvía a los visitantes a la pista que lleva a la zona de recreo lobera. Cuando llegan a la travesía la pregunta es obligada. ¿Para ir al centro del lobo?. De nuevo a desandar el camino.

Ni telefonía móvil ni fija. Cada vez que aprietan las inclemencia meteorológicas se cae el sistema pese a ser por satélite. Estar aislado del mundo y particularmente del entorno más cercano no es nada deseable para los residentes. La solución está a cuatro kilómetros, en Ungilde hasta donde llega la línea terrestre de telefonía.

Y si quieres cobertura de móvil "vas al locutorio" señala el concejal Rafael Chimeno. El locutorio es un espacio breve urbano detrás de unas casas donde "algo" de señal llega. Un vecino que prefiere el anonimato traslada toda la responsabilidad al Ayuntamiento de Puebla por no hacer cumplir el convenio firmado con la Junta de Castilla y León. "Nos engañaron con el Centro del Lobo y la cámara de los fuegos" apunta el interesado, en relación al dispositivo de videovigilancia de un plan piloto de desarrollo rural que no ha supuesto ninguna mejora en este enclave rural. El poco precio que los vecinos esperaban rentar de esta disposición al bien común y la sociedad urbana, era garantizar las comunicaciones, no por capricho sino porque viven alejados y siempre queda el temor de encararse ante una emergencia sanitaria o de otra índole. En el pueblo no hay médico, ni escuela, ni tienda y forzosamente dependen de su desplazamiento a Puebla. A veces llamas "y te oyes a ti o se te corta la llamada".

El panadero es puntual, mejor dicho los panaderos, porque son varios los que se acercan hasta el pueblo a lo largo de mañana.

Robledo es un pueblo relativamente pequeño, con una calle principal, la Calle Real, sobre la que giran casas, barrios y tertulias. Un enclave agraciado porque no ha maltratado su arquitectura representativa de casas de piedra y coronadas con losa. Limpio y cuidado con esmero por sus vecinos, más preocupados por el vivir diario, hay 15.000 kilos de castañas que no se han vendido a los mayoristas. Menos cosecha que otros años, dicen los entendidos en el corrillo entre Ramón Malle, Amparo Nava, Gumersindo Prieto y doña Amelia. Algunos no han podido recoger las castañas al lado del camino porque se han adelantado los turistas. Las setas también son bien recibidas, mejor dicho bien encontradas, tanto por vecinos como visitantes.

Rafael Chimeno retoma la palabra y señala dos pequeños tramos de calle pendientes de asfaltar en la calle Real, pospuestas para arreglar una calle detrás de la ermita de San Cayetano, a la que ven poco o ninguna utilidad porque no hay residentes. La ermita de San Cayetano es pequeña, recogida pero agraciada, y desde hace unos años "superviviente" de las humedades, gracias a la preocupación de los vecinos que se movieron para que el Obispado de Astorga y el Ayuntamiento aportaran fondos, unidos a los donativos suyos. Preservado el interior con una nueva techumbre, el pequeño templo precisa de una remodelación interna. La ermita en el centro del pueblo no se usa porque no está arreglada por dentro. Aunque para los vecinos es un logro haber cambiado el tejado.

La iglesia que se usa es la parroquial de San Bartolomé, aquejada de achaques y a la espera de acometer el arreglo. En temas de iglesia, estos días se ha contado que el padre Ángel Lucio Ángel Vallejo, también fue párroco de aquí. Aunque tienen mejor recuerdo de otro párroco que se movió para arreglar la ermita y bautiza a todos aquellos niños que no recibían consuelo bautismal en otras parroquias.

La casa del maestro es un edificio espectacular de dos plantas que da la bienvenida a los turistas a la entrada del pueblo. Los vecinos abogan porque se rehabilite el inmueble, empezando por el tejado, y que se le dé utilidad pública. El guía de este recorrido recuerda que tiene unas habitaciones tan grandes, que incluso se celebraban las bodas del pueblo y los bailes. Una vez que el tejado colapse la construcción acortará su vida urbana "y tener una ruina a la entrada del pueblo?". El edificio tendría el futuro asegurado como centro para niños y adolescentes, lugar de reunión, hasta casa de turismo rural. El único edificio que hay relativamente público es la antigua casa del caminero, que utiliza la asociación local aunque todo el mundo puede pasar un rato en tertulia y fiesta.

Poner en el mapa turístico a Robledo supone que ahora se revisen todos los servicios, el agua, el saneamiento, etc. y la carretera "destrozada por los camiones" que sacan los pinos. Hasta el camino de O rita el cuervo pide una limpieza para permitir que los vecinos y los turistas que se apunten hagan el recorrido hasta el centro del lobo a pie.

De vuelta a la tertulia de los mayores, reconocen del centro del lobo que "nos han dicho que funciona bien". Los vecinos hacen sus propios planes de natalidad de los lobos y sospecha que dentro de 8 meses habrá una camada. Ramón Malle tenía 11 años la primera y única vez que vio un lobo "como de aquí a ahí. Y lo vi porque había ido de pesca. Que si no ni lo veo. No he vuelto a ver un lobo más y tengo 78 años". Amparo sí ha visto no pocos lobos y atesora el recuerdo de que "hacían daño" al ganado.

El conjunto y los moradores de Robledo son dignos de visitar, no solo para preguntar "¿dónde están los lobos?".

La carretera a Linarejos que utilizan los caminos queda pendiente para otro día, al igual que la antigua escuela de niños y niñas. Los estudiantes de Infantil y Primaria van todos los días a Puebla.