"Lo hago porque es mi obligación, mi derecho y mi deber, pero sobre todo por la memoria de mi padre, que perdió al suyo cuando tenía seis años y no lo pudieron ni enterrar. Lástima que hayan pasado tantos años y ya no viva para verlo". Este es el motivo que ha llevado a Jesús Rodríguez, empresario afincado en Madrid, a iniciar una investigación y los trámites que le permitieran exhumar los restos de su abuelo paterno, Aquilino Rodríguez, fusilado por el bando nacionalista en el 36 y que, según apuntan todos los testimonios y pruebas recabadas, permanece desde entonces enterrado en una esquina civil del cementerio de Alcañices, la misma localidad en la que falleció. Han pasado ya 70 años, pero durante muchos de ellos en el pueblo "aún se hablaba del sonido de los tiros y de los gritos de las torturas que sufrieron durante dos días en el cuartel de Alcañices", relata con amargura Jesús Rodríguez.

En el acta de defunción que obra en el expediente se cita como causa de la muerte de este agricultor, de 48 años, "las naturales circunstancias". La misma frase aparece en las actas de los cuatro hombres que fueron enterrados junto a Aquilino, y cuyos restos esperan que puedan ver la luz el miércoles cuando comiencen los trabajos de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH).

Los represaliados que se presupone que aparecerán el en la fosa junto a Aquilino Rodríguez Peña, natural de Matellanes de Aliste, son Rafael Jassot Rodríguez, vecino de Alcañices y que trabajaba como vista de aduana, Laurentino Mata, chófer de profesión, Félix Prieto y Antonio Fagúndez. De estos últimos cuatro no hay, por el momento, contacto con familiares y descendientes que puedan corroborar su identidad mediante ADN.

Para Marco González, vicepresidente de la ARMH, es clave que esta exhumación se conozca y que aquellas personas que piensen que alguno de sus familiares está enterrado allí acudan al lugar o se pongan en contacto con ellos. Los trabajos comenzarán a las diez y media de la mañana en la parte civil del cementerio, una zona muy acotada y en la que se han levantado nuevas tumbas, lo que facilitará las labores de búsqueda.

El equipo iniciará las labores con una pequeña retroexcavadora haciendo pequeñas zanjas cada 80 centímetros. En el momento en el que se detecte la presencia de restos entrarán en escena los expertos y arqueólogos, que serán los encargados de las labores técnicas. Si no surgen problemas Marco González calcula que la exhumación completa de los cuerpos se podrá realizar en el plazo de cuatro o cinco días. Esta búsqueda ha sido posible también, subraya, por la inestimable colaboración de la Asociación para la Memoria Histórica de Zamora, y será la tercera exhumación en la provincia tras la de Faramontanos de Tábara y Santa Marta de Tera.

En la zona de Toro existen pruebas y testimonios sobre otras fosas comunes donde terminaron los cuerpos de represaliados por el bando falangista, y que podrían convertirse en las próximas actuaciones de la ARMH. La asociación solicita a aquellas personas que puedan facilitar datos sobre el lugar exacto de algunos de los enterramientos de cadáveres durante o tras la contienda civil que los faciliten, aunque sea de forma anónima, para poder entregar los restos a los familiares.

Desde Madrid se trasladará a Zamora en las próximas horas Jesús Rodríguez, que a sus 44 años está a punto de ver cumplido un objetivo familiar, aunque no fue hasta hace un año cuando se decidió a investigar y a contactar con la ARMH. "Al calor de la lumbre fue cuando comencé a escuchar de crío cómo mataron a mi abuelo de boca de mi padre, que cuando ocurrió todo tenía seis años", rememora el nieto del represaliado. "Se lo llevaron arrastrado por el suelo con caballos desde Matellanes hasta el cuartel de Alcañices, donde estuvo dos días y dos noches, y donde los vecinos escuchaban los gritos de las torturas", relata. ¿Las causas? "Ya se sabe cómo fueron estas cosas: rencillas, envidias de los pueblos...".

En la madrugada del 13 al 14 de septiembre de 1936 lo que se escucharon fueron tiros junto al cementerio. Aquilino dejó viuda y 4 hijos (un quinto había fallecido antes). Su esposa murió dos años después de un ataque al corazón. Ella había visto cómo fueron a por Aquilino a su casa de Matellanes aquella noche, y cómo fue arrastrado hasta el cuartel. Luego solo silencio.

Uno de los pequeños de la familia, con solo seis años, construyó su vida en torno a ese recuerdo hacia su padre, y cuando tuvo descendencia hizo lo propio con Jesús. "La mía era una familia pobre, gente agricultora y que incluso trabajaban como quinteros para otros que tenían sus propias ovejas", explica. "Mi padre falleció hace cuatro años y lo que más siento es que no pueda ver los restos del suyo".