Los lobos siguen causando estragos en las explotaciones ganaderas radicada al sur del río Duero y los afectados consideran completamente insuficiente el control de un ejemplar o dos por parte de la patrulla de control de Junta de Castilla y León. "De qué sirven que maten un lobo si hay veinte esperando. Es una especie que marca territorio y si falla un animal rápidamente viene otro a ocupar su lugar" señala uno de los afectados.

La Alianza formada por Unión de Pequeños Agricultores y Coag denunció ayer dos nuevos ataques lupinos al sur del Duero, uno en una explotación de Tamame de Sayago, el pasado sábado, y otro en la madrugada del martes a una ganadería de Olmedo de Camaces (Salamanca). El resultado suma trece ovejas muertas y otras nueve malheridas con nulas posibilidades de recuperación.

La organización agraria exige de nuevo a la Junta de Castilla y León "que adopte las medidas necesarias para que esta situación revierta de forma inmediata, pues de continuar con esta dinámica, los ganaderos corren serios riesgos de perder sus explotaciones, y por tanto su modo y su medio de vida". Pone de manifiesto que "los daños en las explotaciones ganaderas, como consecuencia de estos ataques, no son única y exclusivamente las ovejas y/o terneros muertos o heridos gravemente, sino que el resto de los animales se encuentran atemorizados y en situaciones extremas de estrés, que hace que se reduzca sustancialmente su productividad, por lo que si continúan los ataques muchas explotaciones se verán abocadas a cerrar".

La Alianza UPA COAG recalca su petición al Delegado Territorial de Junta, en Zamora, "de la necesidad imperiosa de que se arbitren las medidas necesarias para que el pago de las indemnizaciones por vía patrimonial por estas pérdidas se realicen de una forma mucho más ágil y rápida".

La matanza de Tamame ocurrió en la ganadería de J. M. S., con el resultado de doce muertas y otras cinco heridas "que morirán", al decir del ganadero. Este episodio viene a sumarse a otro ocurrido en el misma explotación el pasado día 31 de agosto, con el resultado de otras tres ovejas muertas.

En esta ocasión la lobada tuvo lugar en un rebaño de unas 450 cabezas que se hallaba a 1,5 kilómetros del pueblo, "en una parcela cercada de alambre y con algo de encinas y matorrales". "Soy ganadero de toda la vida y conozco la huella del lobo sobre el terreno y es clarísima. Si tuviera la lotería tan clara sería millonario a estas horas" expresa el afectado, que precisa que el lobo tiene refugio más que conocido en los pinares de Cabañas y sobre todo de Peñausende, "donde halla una guarida de miedo".

Aunque el rebaño cuenta con la vigilancia de una mastina y un cachorro, el ganadero señala que los lobos se las ingenian "para sacar las ovejas, coger una punta y pillar tajada". Los perros, dice, "se quedan con las que pueden pero en otras se la preparan".

Sobre las soluciones a este eterno problema apunta que "si la Administración quiere tener lobos que los tengan un sitio determinado y que dejen vivir a los demás". Reitera la expresión archipronunciada por los ganaderos de que "primero son las personas y luego la fauna salvaje". Para el afectado" el embudo está hecho para unos y no para otros. Si quieren que exista el lobo deben regularlo". Considera que "el caso se les ha ido de las manos y hay más lobos de la cuenta, a patadas, porque los han protegido tanto que han proliferado a lo bárbaro".

Respecto al seguro del lobo sostiene que no lo suscribe "porque el lobo no es mío". Afirma que con el seguro "el ganadero se ve obligado a entregar ocho o nueve ovejas, venga o no venga el lobo".

Una lobada supone un quebradero de cabeza para el ganadero perjudicado, que se ve obligado a dar cuenta de los sucesos y a sufrir las consecuencias. "Lo primero es que te quedan las ovejas muertas para el responso, luego velar los cadáveres, esperar que vengan a verlas y, finalmente, quedar a expensas de que paguen o no paguen los daños".