La villa de Puebla despidió este fin de semana a uno de sus hijos más reconocido, Antonio Rodríguez García "Tiano", de 83 años, confitero y una de las memorias de la historia de Puebla y sus gentes. Fue uno de los cuatro hijos del matrimonio formado por Robustiano Rodríguez, ya fallecido, y Pilar García, de 107 años de edad. Vivió una infancia dura marcada por la guerra civil y la posguerra.

El encarcelamiento de su padre, pastelero de profesión, en el castillo de Puebla fue un hecho que marcó al pequeño Tiano, un niño inquieto, con ganas de aprender y, al paso de los años, de enseñar. Lo primero que aprendió fue el arte de su progenitor para elaborar suizos, buñuelos, cocos y pastas. Con los restos de los ingredientes que sobraban de hacer la pastelería fina preparaba "cagachinas", un dulce que encantaba a los niños y que aún se recuerda. Antonio Rodríguez relataba a menudo cómo sorteaban el racionamiento del azúcar y del chocolate que necesitaba para hacer dulces que se chupaban los dedos.

Cuando se acaban los kilos contados de azúcar iban a otra confitería, de Villardeciervos, a buscar algún saco. Fue pastelero en la tahona de la calle Costanilla hasta su jubilación, en los años 90.

A su madre, la mujer más mayor de Puebla, le oyó contar numerosos hechos históricos de comienzos del siglo XX. Uno de ellos fue una de las últimas visitas de la marquesa de la Condesa de Villachica que, enferma, tuvo que parar en la venta de la Pichiricha, donde ella nació. Otro recuerdo fue la llegada del rey Alfonso XIII y su esposa María Eugenia a la Plaza del Arrabal, donde estaban todos los niños. Del rey le quedó fija la imagen de un gorro con una vistosa pluma de faisán.

Dedicó su vida a su oficio y a estar pendiente de su familia, formada por su mujer Dolores Castro Jiménez, sus tres hijos y su nieta, y especialmente de su madre que vivía en la calle San Bernardo, muy cerca de él. Cuando en 2007, la comisión de fiestas de las Victorias homenajeó a Pilar por su centenario, Antonio estaba emocionado.

Era una persona culta que interiorizó la historia de Puebla -pasada y reciente- y un gran conversador con turistas y vecinos, que bien se mereció el título de cronista. Usuario número uno de la biblioteca municipal, iba con fidelidad todos los días y se dedicaba a dos de sus pasiones: la lectura y el juego de ajedrez. En el castillo enseñó a jugar a niños y mayores, y algunos aprendieron solo de ver su manejo con las figuras.

Cuando había alguna duda sobre algún acontecimiento o fecha relevante se le consultaba a él por su capacidad prodigiosa de retener hechos, datos y fechas.

Como decía a menudo Tiano: "tengo historias para escribir un libro". Compañeros y tertulianos echarán de menos esas historias que bien llenarían un libro. La inhumación de sus restos mortales tuvo lugar el pasado sábado, a las once de la mañana, en el cementerio de Puebla, acompañado de numerosos familiares, amigos y vecinos.