Los socios del coto de caza "San Mamés" de Santa Eulalia del Río Negro han homenajeado a su cazador más veterano, Valeriano Felipe Ferrero, de 88 años. Agradecido y emocionado recibió la placa conmemorativa por ser uno de los socios fundadores hace 40 años de esta asociación cinegética que se mantiene en activo. Todavía da alguna que otra vuelta con su escopeta y su perro después de seguir renovando todos los años su permiso de caza, le toca el próximo mes de mayo. Su trofeo más preciado, las liebres y sus lances de caza son un repaso a 70 años de evolución del arte de la caza.

Valeriano Felipe empuñó su primer arma, una escopeta de un caño, a los 18 años. Su padre fue "algo cazador" pero no lo recordaba bien. Sí oyó contar que su padre tuvo una escopeta "de las que se cargaban por la boca. Pero no sé qué camino llevaría". En casa no había escopeta y era una vecino que ya no iba a cazar el que se la prestaba "entonces no había que sacar licencia" recuerda el veterano. A los dos o tres años le compró a un vecino una escopeta de segunda mano, eran los tiempos de la posguerra y "la tenía oculta en casas. Me llegaron a denunciar. Un día se presentó la Guardia Civil para registrarme la casa buscando la escopeta. No la oculté, le dije que sí la tenía, la saqué y se la entregué". Pagó una sanción "de 50 duros y me dieron la posibilidad de legalizarla". Valeriano guarda en casa esta vieja escopeta perforada como pieza de museo junto a la que ha manejado toda su vida de cazador, una fabricada en Bilbao que encargó y que le costó 2.000 pesetas hacia los años 70.

En su mejor partida de caza cobró 14 liebres. "Recuerdo una vez, por entonces la veda se abría el día del Pilar que, con Vicente Colino, matamos 11 libres, mientras su madre araba. Vimos venir de lejos a Paco un vecino de Molezuelas que iba a Mombuey comiendo un trozo de chorizo y pan. Y cuando nos vio aquello nos pidió unas liebres para llevarlas".

Los cazadores como Valeriano "bajábamos a vender la caza a Mombuey porque entonces no había dónde conservar tanta liebre y el dinero hacía falta". En aquellos comienzos la liebre se cotizaba a 180 ó 200 pesetas, incluso 300. Pero de últimas una liebre de campo eran ya 1.000 pesetas. Sus liebres "ya estaban encargadas. La Rapina me encargó muchas, y a Rufino el del bar. A Gullón, que se dedicaba al transporte, también le vendí muchas. Era imposible lo que le gustaban. La liebre con berzas decía que era una delicia". La perdiz no tenía tanto aliciente para Valeriano aunque la caza de zorros fue un mercado bueno. "Por una piel de zorra te pagaban 6.000 o 7.000 pesetas y hubo épocas de pagar hasta 9.000 pesetas".

El cazador corría detrás de las liebres pero alguna vez a él le tocó correr delante de la Guardia Civil. Antaño las licencias de caza se tramitaban en Zamora y salvo que hubiera que ir por urgencia o necesidad no se solía ir a la capital. Valeriano Felipe Ferrero sacaba la licencia por mediación de la Agencia Agrícola que "desde que la tramitaba hasta que la mandaba pasaba un mes. Y en esas la licencia estaba caducada pero yo quería salir a correr y sin licencia". Andaba con dos compañeros a la faena, para la parte de Mombuey, cuando avisa uno de ellos "oye, que ahí detrás vienen dos conejos. Yo había pasado al pie de ellos por unas matas y no los vi, pero ellos a mí tampoco".

Los guardias le dieron el alto a los otros dos cazadores pero Valeriano siguió adelante porque no lo habían visto. Siguió adelante pero uno de los guardias le siguió hasta una pradera. Se escondió detrás de una mata. El guardia se dio media vuelta y contó que "desconfió de si era un asturiano de los que venía a cazar no fuera que le pegara un tiro". Los dos cazadores compañeros de Valeriano bajaron al cuartel de Mombuey y allí mantuvieron su coartada que no conocían a aquel cazador, que sería asturiano que andaría cazando con alguno del pueblo. Aún así "en la feria de Rionegro le preguntaron a un cazador muy famoso, David, quién era el que iba de caza con el señor Vicente y el señor Manuel". David ya estaba advertido por Valeriano "No. Si ellos iban solos. Era un asturiano que venía conmigo y que lo dejé solo mientras iba a Otero de Centeno a llenar la bota". El vecino de Santa Eulalia pasó por asturiano desconocido.

Conserva una foto de hace 40 años donde posa con un lobo en la plaza de Santa Eulalia. El lobo huía espantado de una batida de Rionegro en la que venían unos cuantos vecinos voceando y haciendo ruido con latas y cencerros "y al llegar a la altura del compañero que estaba un poco más adelante, se ve que lo aberruntó y pegó la vuelta para atrás. Y veo que me entra a mí que estaba a la espera. Ese lobo traía fritos a los ganados. Enganchaba el cordero y dejaba el cordero y se venía al pastor. Era un macho, un cacho bicharraco. Pesaba 74 kilos. Cuando se terminó la batida bajaron los guardias hasta la Ermita donde estábamos y allí le hicieron una parrilla con dos palos para llevarlo. Algún vecino de la alegría fue diciendo a todos que el tí valeriano había matado el lobo y a repicar las campanas".

Otra de lobos: "andaba un lobo por la zona esta que perro que se descuidaba, perro que se lo zampaba. A mí me comió una vez una cachorra. Fui a regar a una vega temprano. Metí el agua para las fincas y las perras se marcharon para arriba entre el monte a cazar. Cuando veo que vuelve la madre pero la cachorra no viene. Salgo para arriba corriendo, cuando lo veo pasando por un camino con la cachorra atravesada en la boca. Ya muerta la perrica creo porque no chillaba". Ahí quedó la cosa.

Cuando otro día de septiembre "el compañero llevaba una perrica negra que estuvo sentada al pie nuestro. Todavía era algo de noche y sentir como pisar cuando siento como bufar? y me cago en diez el lobo al pie mío. Si tengo la escopeta mirando para su lado no tengo ni que apuntar, porque ponía la cabeza él delante del caño. Cuando se dio cuenta de mí, pegó un espantón. Tiro tierra para mí y salió para delante. Y a veinte metros le tiré y cayó al suelo. Según voy allá se levantó y con el otro caño ¡pum!. Se marchó y lo anduve buscando, pero no lo encontré. En el invierno apareció dentro de una mata unos que andaban cortando leña".

Cuando Valeriano cumplió los 65 años estuvo un par de años renovando pero estuvo a punto de colgar la escopeta porque los jubilados tenían que hacer el trámite anualmente en Zamora. Había que presentar el certificado psicotécnico, el certificado de penales, pero cuando comentó al guardia que iba a dejar de sacar el permiso en el Cuartel de Zamora le aconsejó que aguantara un poco que la normativa iba a cambiar. Y así fue, conserva hasta el arma y las ganas salir a cazar algún rato.