-¿Qué trayectoria siguió el edificio tras la desaparición de los monjes?

-Cuando se marcharon los frailes siguió siendo sostenido por una orden de seglares que se llamaba la Venerable Orden Tercera, que eran hombres y mujeres que compartían el proyecto franciscano pero lo aplican en sus lugares. Estuvieron reunidos en el convento. Luego pasó al convento el hospital de Nuestra Señora del Rosario, que era un primitivo hospital fundando por los franciscos en Fermoselle. Luego se instaló el cuartel de la Guardia Civil a finales del siglo XIX hasta principios del XX, mientras tanto había personas viviendo en las celdas, ocupando la esencia del convento porque trabajaban para el administrador del hospital Antonio regojo, y muchos nacieron allí.

-¿Recurrió para documentarse a los que viven?

-No solo he trabajo las fuentes históricas, estudiado el edificio, observado la arqueología; he visto fotos antiguas y he hablado con gente que vivió en el convento como Galo Garrido Barrueco, Alejandro Miranda, Adela Seisdedos, Ángel Regidor, Eliseo Villarino, Aurora Piriz que nacieron aquí, o trabajaron aquí, jugaron aquí o que conocen el lugar como Julia Sendín. Y para reinterpretar lo que quedaba de la ruina su memoria era imprescindible.