La iglesia de San Pedro de la Nave luce hoy como nunca, pero evitar su desaparición y ruina bajo las aguas del embalse de Ricobayo, y su emplazamiento a El Campillo, fue un operación de conservación del arte visigótico exigido por el Estado, que hizo un cláusula al efecto, y que la Sociedad Hispano Portuguesa de Transportes Eléctricos "Saltos del Duero"asumió en un mundo donde lo estilado era cerrar compuertas e inundar valles y pueblos.

Además, fue una batalla ganada por el pueblo de El Campillo, que se impuso a la fuerte corriente social favorable al emplazamiento del templo en Zamora capital. La búsqueda de ahorro, los reproches por la lentitud en los trabajos, el empeño de los ingenieros, arquitectos y operarios por desmantelar el edificio "con cuidado y meticulosidad" estuvieron más que presentes.

La reconstrucción del templo también se vio afectada por la convulsión que supuso, en plena fase de traslado, la llegada de la República el 14 abril de 1931, y una huelga que paralizó en el verano de 1931 la obra de la presa de Saltos del Duero, cuya sociedad corría con gastos, medios y personal, y que operaba bajo las directrices del director general de Bellas Artes, Manuel Gómez Moreno, estudioso y enamorado del histórico edificio.

La importancia de San Pedro de la Nave como elemento turístico llenó las bocas en el año 1930, y fue uno de los aspectos utilizados para reclamar la presencia del templo en uno u otro lugar. Pero es 74 años después, con el nuevo impulso de la iluminación interior y la adecuación del entorno a través del Plan Románico Atlántico, cuando parece que esta joya arquitectónica está realmente acogedora para recibir a los turistas con las puertas abiertas. El primer sorprendido es el propio sacerdote, Luis Santamaría, que hace unas fechas echaba mano del móvil para leer en la penumbra los textos litúrgicos, y ahora, con las lámparas led, dispuestas de modo "más que discreto", se siente en la gloria. "El alabastro colocado en los vanos pensé que iba a quitar luminosidad y es al contrario, da mayor claridad", expresa.

La conservación y traslado del templo visigodo de San Pedro de la Nave -fechada en el siglo VII-fue defendida al otorgarse la concesión del embalse a Saltos del Duero, en 1926, con la inclusión de una cláusula que obligaba a la sociedad a trasladar la iglesia, declarada Monumento Nacional el 22 de abril de 1922. La sociedad dirigida por el audaz José Orbegozo, arropado por otros no menos aventurados ingenieros capaces y dispuestos a todo, corría con la adquisición de los terrenos del nuevo emplazamiento.

Todo comenzó en el verano de 1930. En los meses de julio, agosto y octubre de este año hubo un frecuente carteo entre el director general de Bellas Artes, Manuel Gómez Moreno, y el jefe de Obras del Salto de Ricobayo Ricardo Rubio. La correspondencia entre ambos, conservada en el Archivo Histórico de Iberdrola, pone de manifiesto el interés por llevar adelante un traslado respaldado por Real Orden, sin desatender ni uno ni otro sus quehaceres profesionales.

El 31 de julio de 1930 Gómez Moreno informa por carta a Rubio de su intención de retornar a San Pedro de la Nave, "junto con el arquitecto Alejandro Ferrant y dos discípulos míos para hacer los estudios previos y organizar los trabajos necesarios". Había visitado el templo, junto con el ministro de Instrucción Pública Tormo Durante, cinco días antes, después de degustar en Zamora, entre otras esencias y cargo de Saltos del Duero, "langosta americana y espárragos Mussolini". Las comunicaciones dejan en esa época mucho que desear porque Gómez Moreno pide a Rubio que, "si le fuera posible", enviara un coche a Medina. "Ganaríamos mucho tiempo, pudiéndose aprovechar la tarde, pero en caso negativo llegaremos a Zamora cómo y cuándo podamos" expresa. Para adelantar trabajos indica al jefe de Obras del Salto que "dé órdenes para que unos cuantos obreros hagan zanjas a todo alrededor de la iglesia de San Pedro, por fuera, incluso en el cementerio, hasta llegar a descubrir el cimiento del edificio". El reconocimiento interior se hará en su presencia. Añade que "urge preparar madera y que un buen carpintero proceda inmediatamente a hacer la cimbra del arco de la nave central hacia los pies de la iglesia, pues sin estar colocada esta cimbra no me atrevo a que se toque a los muros circundantes para abrir huecos, desmonte de la espadaña y de las armaduras, etc".

Asimismo pide personal "suficiente de peones para adelantar todo lo necesario en el reconocimiento interior de la iglesia, derribo de altares, subsuelo, apertura de huecos" y demás actuaciones. Sin demora alguna, puesto que contesta al día siguiente, Ricardo Rubio asegura el coche en Medina "y otro más ligero, que estará en el empalme del camino de San Pedro, con el objeto de que hagan ustedes un viaje más rápida y cómodamente".

A pesar de los deseos, no hay encuentro entre el director general de Bellas Artes y el jefe de Obra porque la llegada a Ricobayo del director de la empresa, José Orbegozo, "para resolver una porción de cuestiones pendientes", impide a ambos verse durante la estancia en San Pedro de la Nave. Rubio le expresó, en escrito del 7 de agosto, "haber estado privado del verdadero placer que procura la compañía de persona tan significada, prestigiosa y atractiva".

Ricardo Rubio visita el 12 de agosto en San Pedro de la Nave, acompañado del ingeniero de obras de Saltos del Duero, Echanove, el arquitecto Crespo y el jefe de coordinación de construcción Ezcurra. Con el arquitecto Ferrant discuten "ampliamente el procedimiento que ha de seguirse para desmontar la iglesia". Rubio informa a Gómez Moreno "que se empleará uno de los puentes grúas disponibles en las obras de la presa del Esla, pero antes de su uso, nos serviremos de una columna con su aparejo". Están convencidos que "con estos medios el trabajo podrá realizarse en condiciones completamente satisfactorias". El mismo día 12 se dan órdenes para que se traslade a San Pedro "una brigada de carpinteros para dedicarse a formar cimbras, apuntalar...".

El obispo de la Diócesis de Zamora, Manuel Arce Ochotorena, con capacidad para resolver, decreta el 18 de agosto que "el templo visigótico de San Pedro de la Nave sea trasladado al poblado de El Campillo". Son trece siglos de rezos de los moradores de los pueblos de la zona, y tanta historia pesa sobremanera en la decisión.

El 21 de agosto Gómez Moreno está en Barcelona "aislado del mundo castellano, recogiendo migajas de la pasada exposición, y aún no sé por cuantos días". Es una exposición de altos vuelos que muestra, entre otros elementos exclusivos, el Bote de Zamora. Apunta, empero, que "cuanto ustedes me necesiten haré todo lo posible por acudir al problema que tenemos entre manos, inquietante y trascendental por sí mismo". Considera el director de obra "ajustable a lo deseable" el sistema de desmonte dado a conocer por Rubio.

Gómez Moreno supone resuelto "oficialmente" el sitio del traslado, pero no se abstrae de aconsejar, en caso de no estarlo, de que se escriba "directamente" al ministro "para ahorrar tiempo". También señala que urge proceder a la cimentación, "guardando la orientación actual exactamente".

Rubio informa al director general de Bellas Artes el 27 de agosto que el edificio se encuentra "completamente apeado" y en condiciones de que se comience a desmontar, con tanta madera metida que el arquitecto Ferrant sugiere "la posibilidad de que ya no es viable el puente grúa para poner en tierra la fábrica del templo". Habla en esta carta de ocuparse de la explanación en El Campillo, "cuyo terreno está a nuestra disposición". E indica que "interesa a todos llevar esta obra con diligencia".

En tanto se prepara la cimentación y los medios auxiliares, el arquitecto Ferrant se traslada a Madrid para recabar que el Ministerio de I.P. la Real Orden de traslado de la iglesia de San Pedro a El Campillo. El jefe de obra del Salto de Ricobayo sugiere lo que debe disponer dicha Orden y es que se limite, en cumplimiento del Real Decreto Ley de 23 de agosto de 1926, "a ordenar a la Sociedad Hispano Portuguesa de Transportes Eléctricos, concesionaria de los Saltos del Duero, al traslado de la iglesia a las inmediaciones de El Campillo, en el preciso lugar que designe el Obispo de la Diócesis de Zamora". Aunque Rubio supone que Ferrant "no encontrará inconveniente en el Ministerio para obtener la Orden", para asegurarlo indica a Moreno que "escriba al ministro interesándole la firma de esa disposición".

El tiempo pasa y la demora en el verdadero traslado inquieta al director de Bellas Artes que, en una carta, dice sentirse "disgustado porque apenas se adelanta, porque las órdenes no se cursan ni las promesas se cumplen". Advierte que "estamos en otoño y puede de un día a otro hacerse imposible la permanencia allí", teniendo que dejarlo para el verano de 1931. Incluso manifiesta que el arquitecto Ferrant "está gastando demasiado, puesto que, según parece, tiene que atenerse al sueldo sin dietas ni nada". "No quiero que pase un día más sin darle el resultado de una negociación".

La reacción del jefe de Obra de la presa de Ricobayo no se hace esperar y contesta el día 8, lamentando "el disgusto" de Gómez Moreno "y sobre todo que tenga completa razón". Repara asimismo en otro asunto porque también le agradece "los trámites realizados a favor de la prórroga de pensionado para su hermano, que formuló la petición no a través de la Junta de Ampliación de Estudios sino por mediación del rector de la Universidad de La Laguna".

El responsable de Saltos del Duero ve con sus propios ojos, en la visita del día 2 de octubre, que la obra va "muy poco adelantada, por lo que encarece la necesidad de llevarla con mayor actividad". Ferrant, por su parte, hace saber que no le enviaban con rapidez, desde las obras del Salto, los elementos solicitados. Considera "un error" del arquitecto de la emprsa eléctrica su deseo de acudir a los elementos de la obras, por considerarlo más conveniente a los intereses de la Sociedad, y no a otros lugares. "Tal criterio es erróneo, pues lo que a la Sociedad le conviene es terminar cuanto antes una obra que tiene una nómina fija mensual de unas 5.000 pesetas y que necesita para ella sola un automóvil". Realmente, a este paso, "asusta lo que va a costar una obra que es delicada, pero de muy pequeño volumen".

Decidido "a acabar con los retrasos" autoriza a Ferrant "a adquirir lo que necesite en Zamora, a menos que estime segura una mayor rapidez que los suministre los elementos las obras del Salto". Además le insta "a que ponga en ejecución cuantas iniciativas estime convenientes para la pronta ejecución de las obras".

Rubio trasmite al director de Bellas Artes, el 31 de octubre, que el acta y plano de replanteo de la iglesia en El Campillo son enviados al Ministerio para su aprobación. También alude a los adelantos, tenida cuenta "la inevitable lentitud ocasionada por la meticulosidad con que se ejecuta el despiezo del edificio, y, si el tiempo no cambia, puede desmontarse y trasladarse una mitad al nuevo emplazamiento". Rubio da por seguro que la obra estará terminada "antes de finalizar el verano de 1931".

Sin embargo, la buena marcha del traslado se complica en la primera etapa de la República al iniciarse una dura negociación por los "sueldos mínimos" acompañada de huelga en la obras del salto, sabotajes en las instalaciones, amenazas de muerte a los ingenieros y el encarcelamiento del Comité del Comité de Huelga. "Se rompieron 25 meses de cordial convivencia", dijo entonces Ricardo Rubio. El Comité, por su parte, hace referencia a "sueldos de miseria".

La reconstrucción del templo visigótico pasa de estar en primera plana a una etapa de silencio social, salvo para los implicados en la reconstrucción y el vecindario. Las obras son recibidas el 26 de febrero de 1932 y la bendición tiene lugar el 12 de junio, en un acto oficiado por el Obispo Manuel Arce, pero sin presencia de autoridades políticas porque así lo impone un momento marcado por el distanciamiento político y eclesiástico. Setenta y cuatro años después de su traslado, y catorce siglos después de aparecer sobre el terreno, el templo visigodo de San Pedro de la Nave acoge la iluminación artificial en su interior, en trece puntos de luz que confieren al recinto una imagen desconocida. "Genial" en expresión del párroco Luis Santamaría.