El 12 de noviembre fue un miércoles negro. Miguel Ignacio Picaza, Míchel para todo el mundo, fallecía de forma repentina en su casa de Vitoria. Hombre vital, positivo, dinámico, siempre colaborador, este sayagués de adopción que hizo de Luelmo su pequeño paraíso se fue definitivamente a la edad de 58 años dejando desolada a su familia. A Nunci, su mujer y la culpable del amor por Sayago, a sus hijos Estíbaliz e Iñigo, y también a una legión de amigos que no encuentran respuesta a tan fatal desenlace.

La última vez que estuvo en Luelmo fue por los Santos y puede que en el puente de diciembre se hubiera escapado de nuevo. Desde que se casara con Nunci, la familia no buscaba otro destino para sus vacaciones que este rincón de Zamora donde Míchel disfrutaba con sus largas caminatas o cogía la bici y tiraba millas por los pueblos de Sayago. "Yo aquí soy el tío más feliz" le confesó a esta redactora el verano pasado, cuando acababa de escribir "Potes y pucheros sayagueses" en colaboración con su hija Estíbaliz.

Estaba pletórico, por fin veía hecho realidad su viejo sueño de retratar la cocina de las abuelas, de desentrañar el misterio de esos primorosos guisos que tanto admiraba.

Miguel Ignacio trabajaba como jefe de cocina en la Academia de Policía y Emergencias del País Vasco, y tanta pasión sentía por el oficio que cuando llegaba a Luelmo en sus manos quedaban las comidas de hermandad en el pueblo.

Miembro de la Asociación Cultural, "aunque lo suyo era la cocina, siempre estaba dispuesto a echar una mano en lo que fuera" evoca su amigo Luis Miguel Conejo, encargado de organizar la Muestra de Teatro que se celebra en verano. "Como este año andábamos mal para encontrar a gente le dije que le tenía preparado un papel y me dijo lo de siempre "si te hago falta, aquí estoy". Nos ha dejado un vacío muy grande" comenta abatido Luis Miguel.

Y como él tantos compañeros de batallas en la activa Asociación Cultural, promotora de la página www.luelmo.com donde el querido cocinero tenía su propia colaboración, "El rincón de Míchel", con numerosas recetas y curiosidades. "En varias ocasiones hemos podido comprobar su profesionalidad, degustando los suculentos platos que nos preparaba cuando celebramos en verano la comida de hermandad. Y nos puso "toda la carne en el asador" colaborando con una magnífica colección de recetas y curiosidades que hemos ido poniendo poco a poco para saborearlas con calma" evocan sus amigos en la despedida.

Nadie contaba con que este portal culinario se cerrara de tan brusca forma. La huella de Míchel es imborrable entre tantos sayagueses con los que trabó una buena amistad. Admiraba la tierra tanto como los vinos, las carnes, los quesos, las setas, los productos de la huerta... No encontraba palabras suficientes para exaltar los dones de una tierra donde fue tan feliz. Cuentan que ya tenía en la cabeza un nuevo libro, que añoraba retirarse en su querido Luelmo, que ya pensaba en los nuevos encuentros con sus "paisanos". Cuentan....

"Buen viaje querido amigo y allá arriba, porque tú vas arriba, seguro, pregunta si necesitan un jefe de cocina y alégrales el rato con tus estupendas recetas y tu inolvidable sonrisa". Es la despedida de sus amigos, perplejos y tristes ante la muerte de uno de los suyos. Míchel deja una familia rota, un pueblo entristecido pero también una impronta inolvidable.