Veinte años han bastado para verificar, en la Laguna de Peces y otras lagunas de la sierra del Parque Natural del Lago de Sanabria y su entorno, un cambio que debería hacer palidecer a la Administración. Entonces se estimó que una población de 30.000 sapos comunes vivían en los alrededores de este enclave. Este año solo se han contabilizado una decena. Semejante desaparición de individuos ha imposibilitado llevar adelante la réplica de un estudio sobre el efecto de la radiación ultravioleta tipo B en los anfibios. Pero también se ha constatado una pérdida de otras especies como la rana patilarga o el tritón. Es una pérdida brutal del patrimonio animal en el que las administraciones parecen no reparar, ni mucho menos afrontar, dedicadas como están a emplear el dinero de los fondos propios y europeos a otros empeños mucho más tangibles, tocantes a obras, que a los puramente conservacionistas de la vida faunística que enriquece los ecosistemas.

El biólogo Javier Morales hace dos décadas investigó la influencia de la radiación en la mortalidad de embriones en zonas altas de montaña del Parque Natural del Lago de Sanabria y sus alrededores. Fue un trabajo pionero, realizado junto a Miguel Lizana, Emilio M. Pedraza y Adolfo Marco, que concluyó con el aserto de que el cambio climático está afectando a un mundo de anfibios clave en la cadena trófica. Morales sostiene que se ven "muy afectados tanto poblaciones de ámbitos antropizados o humanizados como en zonas remotas, como el caso de la laguna de la Ventosa, próxima a Peces, donde apenas hay influencia humana porque solo pasan unos turistas y unas vacas".

"Cuando este año he tratado de repetir la investigación he encontrado las deficiencias de estas especies de manera monstruosa. No he hallado sapos comunes suficientes en la Laguna de Peces. Hace veinte años, en la época de reproducción, esta especie ocupaba las orillas masivamente y este año encontré nueve individuos y no ha sido posible replicar el experimento. En una noche de perimetración de la laguna se contaban casi 500 machos y hembras reproduciéndose. Todo estaba lleno de puestas. Había una población exagerada. Era un lugar buenísimo" expresa más que contrariado por semejante realidad. No ocurre solamente en Zamora, "en la laguna Grande de Gredos también está sucediendo lo mismo" dice. Y es que "en el cambio está el efecto nocivo de la radiación ultravioleta y que las orillas de las lagunas se han quemado varias peces" expresa. Para Javier Morales "la Laguna de Peces es ahora un chapapote de algas, plantas y pequeños peces como bermejuelas. Tiene un aspecto de charca y no de laguna de montaña. Es un cambio lamentable y su ecología está abandonada. Se han hecho obras de logotipos para la gente; que si un caminito, unos indicadores... pero de conservación no se ha hecho nada. Hay cosas que son más incidentes porque el clima ha cambiado".

Javier Morales también ve la constancia del cambio climático en la ausencia de los neveros que hace unas décadas podían pisarse en los entornos de la Laguna de Peces "a finales de julio".

Pero este biólogo zamorano lleva tiempo centrado especialmente en las áreas fluviales y, con especial, interés en los anfibios. Aunque considera que en la disminución de las poblaciones de anfibios igualmente puede haber incidido "la pérdida de puntos de agua que hace años existían, como pudieran ser los abrevaderos y albercas, que permitían que se sujetaran ciertas especies", insiste "en el impacto nocivo de la radiación B, que solo puede venir de arriba, del cielo. Cada vez es más dañino y se nota mucho más en la altitud que en el fondo de los valles. No es algo que solo esté en la Antártida, está en todos los sitios".

Este investigador precisa que si bien la solución para reducir la radiación "es dejar de echar porquería a la atmósfera", añade que "en estos momentos lo que podemos hacer es comprender el mecanismo, y las razones por la que se están extinguiendo los anfibios y las causas por la que afecta más a unas que otras, así como intentar proteger a las más vulnerables".

Al respecto indica que "hay anfibios que sacan ventajas de estas nuevas conyunturas, como es el caso de la rana verde", que hace las delicias de los raneros. En las lagunas y charcas de la sierra del Parque Natural del Lago de Sanabria y alrededores es una especies que prolifera y es porque "está invirtiendo el patrón, se está haciendo más resistente y se está apoderando de lagunas, turberas y arroyos, de modo que otros anfibios típicos de sitios prístinos, menos contaminados y menos impactados están desapareciendo". Esta especie de rana, dice, "coloniza sitios que otros anfibios como tritones, sapos parteros y ranas como la parda o patilarga que están desapareciendo al no conseguir criar".

Para comprobar el impacto de la radiación ultravioleta en la mortalidad de embriones de anfibios en las lagunas del Parque Natural se utilizaron una docena de cubetas perforadas para cada especie analizada. A saber: el sapo común (Bufo bufo), el sapo corredor (Bufo calamita), la rana común (Rana perezi) y la rana de San Antonio (Hyla arborea). Se recogieron seis puestas de huevo de cada especie, de forma que en cada cubeta se depositaron 25 huevos. Para algunas se hizo uso de filtros que impedían el paso de la radiación y otras se cubrieron con láminas de policloruro de vinilo que permitían el paso, y otras se dejaron descubiertas. En las conclusiones de la investigación se señala que así como el sapo común "es sensible a la radiación", la rana verde "no presenta esta sensibilidad". También se apunta que "la profundidad del agua a la que se realiza la puesta puede ser un factor relacionado con la mortalidad por radiación", así como ciertos "comportamientos destinados a evitar la predación de puestas", pues el tritón jaspeado "protege los huevos con hojas". El cambio climático es para Javier Morales una realidad que, de no tomarse en serio, llevará a ciertos anfibios de Sanabria al catálogos de la historia desaparecida.