Atesora una memoria envidiable. Recita poesías y fábulas con la misma soltura que "canta" ríos, cabos y cordilleras de Europa, aprende el guion de una obra de teatro o escribe en forma de verso a la madre, a la tierra o sus vivencias. A sus 79 años Tránsito Fernández Zapata, que toda la vida trabajó en el campo "como una burra", reconoce que a veces se siente como "un bicho raro".

Hasta ella misma se sorprende de su hábil retentiva que ya demostró en la escuela, a la que fue hasta los 14 años; "a mí la escuela me marcó muchísimo". Y evoca a aquella maestra de Pontejos, doña Antonia, con la misma añoranza que lamenta no haber podido continuar los estudios. "A dónde iba yo con diez a la mesa; no es poco que mi padre nos pudiera dar de comer".

Pero esta activa sayaguesa no ha perdido el tiempo. Tránsito se sacó el graduado escolar con 60 años tras asistir a las clases de adultos en su pueblo, Torrefrades, y procura estar conectada con el mundo a través de Internet. Sorprende verla frente a Google buscando una receta de cocina, una labor o una antigua poesía sobre el Alcázar de Toledo que escuchó de niña.

Pero unos minutos con esta mujer permiten entender semejantes "rarezas". Tiene su propio correo electrónico, se conecta con sus hijos y los nietos, recibe fotografías, vídeos y hasta mantiene contacto con un sobrino desde Estados Unidos. "Esto es una maravilla, yo me lo pasó muy bien con el ordenador" cuenta. "¿Que si me lío?, algunas veces meto la pata y tengo que llamar al yerno o a la hija pero me dan unas instrucciones y ya está. Necesitaba unas clases pero como aquí no tenemos nada...".

Resuelta y divertida, Tránsito Fernández no se resigna, necesita caña. "Ahora estoy feliz como un gallo pero echo de menos vivir por ejemplo en un Zamora, yo no pisaría en casa porque me dedicaría a estudiar, me apuntaría a muchas cosas... Pero es que aquí no hay nada de nada". Las pocas actividades que se organizaban en el pueblo, Torrefrades, han ido desapareciendo. "Ya no hay medios como antes pero tampoco ganas" se lamenta. Así que la mujer se agarra literalmente a un clavo ardiendo.

La última vez cuando Jesús Santiago la fichó para la obra de teatro representada en Bermillo dentro de las actividades de "La Mayuela". "He gozado muchísimo porque he vivido con intensidad la obra y además me ha visto mucha gente, hasta algunos que conocían a mi padre me lo han recordado y yo me he emocionado mucho". Entonces sale en la conversación Miguel Fernández, Miguel el panadero. "Mi padre no era para ir a arar pero no tuvo más remedio".

Fue secretario del Juzgado y de la Hermandad. Tránsito recuerda "El Correo de Zamora" desde bien pequeña en casa; "ahí empecé yo a leer poesía en el año 1940. Y cuando cojo el periódico me acuerdo de mi padre, esa habilidad que tenía para abrirlo y luego doblarlo de forma impecable, yo es que no soy capaz".

Había nacido en el barrio de Olivares donde la familia tenía una panadería y tras quedarse huérfano de madre "en los años de la peste", Manuel terminó en tierras sayaguesas donde se casó con M.ª Teresa. "Mi padre era un culo roto. Se fue voluntario a la guerra de África, luego se buscó la vida en Argentina y volvió como el gallo morón porque, claro, quería vivir mejor que los amos, así que se vino a casa con un baúl, con plumas y cacareando" cuenta desenvuelta y con la misma gracia que si lo hiciera sobre el escenario.

Tras aquella aventura paterna por las Américas llegaron los años duros en Torrefrades, donde había que trabajar de sol a sol. "Me maté a trabajar, en casa de mi padre aré diez años con una pareja de vacas y a mayores cargaba el carro, los sacos? Con lo poquita cosa que soy me pregunto muchas veces cómo podría yo con todo eso. Pero era lo que tocaba, todo el mundo lo hacía".

Aun con las penurias, Tránsito recuerda una juventud alegre; "yo era muy decidida, vacilona, muy competitiva y eso en aquellos tiempos se veía muy mal; si encima eras pobre, peor".

Con semejante personalidad poco debían afectarle los comentarios, la cabeza estaba llena de otras cosas. Es ponerse a hablar e instintivamente salen recuerdos de cuando era una niña. "¡Alto el tren!/ Parar no puede. / ¿Ese tren a dónde va? / Por el mundo caminando en busca de un ideal. / ¿Cómo se llama? / Progreso. / ¿Quién va en él? / La humanidad. ¿Quién lo dirige? / Dios mismo./ ¿Cuándo parará? /Jamás". "Si me pongo a recitar no salimos de aquí". Y no es broma.

"Si este libro se perdiese/ como puede suceder/ le suplico a quien lo encuentre/ que lo sepa devolver. No es del cura ni del fraile ni tampoco es del marqués/ es de una señora mayor que no lo quisiera perder?". Y continúa la historia en un cuaderno sembrado de poemas. "Mi cabeza es así, hasta ni yo lo creo".

De las aptitudes poéticas de este torbellino de mujer saben muy bien en los pueblos de Sayago, a donde Tránsito acude con las asociaciones de mujeres y el Ceas. "La poesía me chifla" cuenta con desparpajo. De su cabeza salieron los emotivos versos que dedicó a su madre en el cien aniversario. "No se si te gustará./ Son para mí estas palabras que escribo con emoción,/ las dictó mi corazón para al tuyo dedicarlas?".

"Me hubiera gustado escribir" confiesa esta mujer polifacética y autodidacta, también resuelta. Cuentan que durante los ensayos de "Doña Rosita..." en el verano, Tránsito traspapeló el guión que le había dado el director. "¿Y ahora qué hago?". Pues lejos de esperar a que le dieran una nueva copia, encendió el ordenador, buscó la obra y rescató el guión. Esta vez sí, "cosí los papeles para que no volver a liarla".

¿Un deseo a sus 79 años? "Solo siento que se me vaya la memoria, así que le pido a Dios que me lleve con todo lo que me ha dado, que no me quite nada".