Más de 40 voluntarios, entre niños y mayores, se sumaron ayer a las labores de reconstrucción del horno tradicional de la Calella, en Quintana de Sanabria, población reconocida antaño por la extracción de piedra del país.

La labor de recuperar uno de los elementos de la arquitectura popular se fraguó con la cooperación de los talleres del barro, para niños, y el taller de voluntariado ambiental, para los adultos, organizados por la Casa del Parque Natural del Lago de Sanabria y la Fundación de Patrimonio Natural, con la participación de los trabajadores del Parque.

El cierre de la bóveda con barro, a manos de Celso Oterino, culminó la labor de toda una mañana a la que se sumó el vecindario de Quintana, que se propone darle uso de inmediato. La materia prima, la tierra arcillosa, se extrajo de la zona de la casa del parque para luego mezclarla con agua y paja a la puerta del horno. Unos días antes se elaboraron 250 ladrillos con el molde y el sistema tradicional para que secaran a tiempo y comenzar la obra de arreglo del horno.

En el taller de barro los niños aprendieron, precisamente, cómo se preparan los ladrillos de abobe que se usaban antiguamente, explicaba la monitora del grupo de los pequeños Alba Alonso. El taller dio la oportunidad de confeccionar pequeño objetos, como vasos, pozos y alguna figura modelada por las manos más pequeñas. A esta tarea se sumó algún que otro padre.

Ladrillos de barro

El grueso de la obra recayó en los vecinos y veraneantes de Quintana que se sumaron de voluntariado para recomponer la bóveda del horno. El edificio se había reconstruido previamente hace un tiempo y se utilizaba aunque la bóveda deteriorada se había caído. Su reconstrucción recayó en los trabajadores de la empresa de mantenimiento del Parque, Celso Oterino, Francisco Fernández, Conchi Seoane, Antonia Seoane y Darío Lantada. Para ellos los trabajos comenzaron hace un par de semanas con la elaboración de los ladrillos de barro. La base del horno se conservaba en piedra y prácticamente no era necesaria una reconstrucción pero la parte de la bóveda del horno sí estaba caída. Celso Oterino pasó buena parte del tiempo dentro de la cavidad para dar la forma característica, reconocible para los habitantes. Para prevenir accidentes se recortó parte de la chimenea que corona el edificio y que se descuelga sobre el horno. Un elemento que no es propio de los hornos de la zona sanabresa, como explicaban los vecinos. Lo habitual era un pequeño tragaluz sobre el horno que hacía las veces de salida de humos.