Cional duerme en vela. Sin nada o poco que comer en los sombríos y extensos pinares de la Reserva de Caza de la Sierra de la Culebra, y sin nada fresco que echarse a la boca en las praderas ya segadas por los ganaderos, los ciervos y corzos del espacio protegido zamorano invaden sin temor alguno los huertos, las plazas y las calles de los pueblos.

Buscan alimentarse a mandíbula batiente de los cultivos hortícolas, de las hojas, de los brotes y de las ramas tiernas de los árboles, de los frutos y frutas, y hasta de los rosales. ¡Lo nunca visto! Nada les detiene y hasta los perros (muchos encerrados), incluidos algunos mastines de los rebaños, "permanecen callados" y sin inmutarse por haberse acostumbrados a la ronda de los silvestres comensales que, en el caso del ciervo, gozan de gran prestigio en el sector cinegético español.

"No comen la ropa que está tendida porque la recogemos por la noche", expresa una mujer de Cional, cuyo huerto es la meca en las últimas noches de un ciervo que apunta a medallable.

Llaman la atención "porque caminan por la calle como caballos", al decir de Joseph Julvé, un catalán que les oye cuando avanzan por el asfalto, bajo la ventana de su habitación. Lo hacen, en este caso, "hacia las dos de la noche" y, por falta de luz suficiente, no ha podido inmortalizar su bella estampa en el móvil. Pero lo hará. Todas las noches están en Cional. "Se vuelven a mirarte y siguen adelante sin acelerar el paso", expresa mientras se aventura a dar un paseo.

La imagen de los frutales de este pueblo de La Culebra sorprenden por la profusión de adornos y por star aprisionados entre rejas o alambradas. Aparecen vallados como nunca y cargados de botellas de plástico, y de sus ramas cuelgan toda suerte de artilugios, que se bambolean movidos por las brisas. Otros han optado, además, por enfundar los troncos con gruesas envolturas para evitar que la fauna los destroce. Es la estampa que lucen los frutales y árboles de las fincas privadas, y también de las plazas públicas interurbanas y de los jardines. Un trabajo que da fe del empeño de los vecinos por defender sus recursos.

Es una intromisión de la fauna salvaje que ocurre en Cional y en todo pueblo del espacio protegido de La Culebra y también de Sanabria. No bastan ya la profusión de los tradicionales espantapájaros para defender los cultivos, ni sembrar únicamente en los huertos o fincas próximas al casco urbano o situadas a la vera de la casa, los corzos y los ciervos, llegada la noche, se adentran por las calles de los pueblos y pastan los jardines, se ceban con apetito de las acelgas, judías y lechugas, y se matan por conseguir las manzanas y peras de los frutales.

Enrique Valiente, vecino de Cional, cierra todas las noches el acceso a la calle con un palo cargado de colgantes, como si fuera un pendón colocado horizontalmente, para tratar de impedir el paso de los ciervos. Pero todas las mañana encuentra su huerto pisoteado. Está en medio del pueblo. No es impedimento porque los animales de la Culebra ya no reparan en nada. "Comen las acelgas y de las manzanas me ha dejado cuatro, y las dejó porque no las alcanza", expresa mientras indica las andanzas del ungulado, visibles por las huellas dejadas en el suelo. Luego señala otro manzano, situado a unos metros de distancia. "Tenía más manzanas que hojas, y no han dejado ni una", dice Valiente. Hasta el manzano que está junto a la iglesia, y que ofrece un fruto envidiable, es un objetivo que, de momento, se ha salvado porque el fruto resulta inalcalzable.

Un vecino de Cional subraya que "es de cajón de madera de pino que los ciervos se adentren en el pueblo en busca de alimento porque en los pinares no hay nada".

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