De entre 2.000 pueblos de toda España, Pablo Sáez Sánchez eligió al azar Puebla de Sanabria para iniciar su etapa profesional. Corría el año 1983. El joven médico, natural de Peñaranda de Bracamonte, acababa de aprobar las oposiciones para el cuerpo de Médicos Rurales y tenían que elegir un destino de manera inmediata. "Como quien dice, la elección fue de un día para otro y casi ni lo pensé" expresa. Para optar por el que se convertiría en su primer y único destino de médico rural, se decantó por una plaza que tuviera encanto paisajístico y medioambiental.

Treinta años ejerció de médico en ese pueblo designado por azar, destino en el que se integró en lo profesional y en lo personal como si "estuviera en mi casa natal", reconfortado además por una comarca exuberante de naturaleza resumido en el Lago de Sanabria.

Compañeros y amigos del Centro de Salud de Puebla de Sanabria, el Ayuntamiento de la villa y vecinos sanabreses le han homenajeado esta semana con motivo de su retiro. Un retiro, por cuestiones de salud, involuntario "y antes de tiempo", como puntualiza el doctor Sáez. Pese a ello afirma que "se mantiene activo". Madruga y dedica el tiempo a pintar, escuchar música, ver documentales y leer un poco. En los últimos meses ha trabajado en los pinceles para regalar a cada compañero un pequeño cuadro de recuerdo. Son más de una treintena. Pablo Sanz indica que, a su llegada, "la zona me gustaba, pero encontraba muchos defectos. Era un diamante en bruto que había que convertir en una joya". Emocionado y agradecido reconoce que en Puebla "es como mi lugar de nacimiento".

La trayectoria de este médico de familia no se puede desligar de la evolución del servicio médico sanitario en la comarca de Sanabria, que en la década de los 80 seguía todavía los patrones claros de la falta de instalaciones y profesionales.

Su balance en estas tres décadas es positivo. Valora que "en general ha tenido mucho aprecio y mucho cariño a nivel profesional y afectivo", aunque precisa que, como en todo, "también ha habido críticas", que asume con naturalidad.

Las cartillas de la Seguridad Social y posteriormente las Tarjetas Sanitarias no eran, en su caso números, sino vecinos -muchos de ellos del Casco Histórico- con nombre de pila.

En un sencillo acto desarrollado en el salón de actos del Castillo de Puebla, el alcalde José Fernández, agradeció en nombre del pueblo su labor al frente de Puebla y también en un breve periodo de tiempo en el consultorio de El Puente.

El alcalde recordó que en los años 80 el médico atendía en su domicilio e incluso en algún establecimiento público, y no precisamente sanitario. En el Centro de Previsión -ya desaparecido y situado en la calle de Braganza, pasó consulta a diario a los pacientes de Puebla o de los pueblos.

Fue en esos años cuando la comarca y sus vecinos protagonizaron una movilización social en toda regla para que se construyera un hospital que se quedó en aspirante "hospitalillo". Hasta ese momento solo había un pequeño edificio en San Francisco que compartía un médico y un veterinario.

Entre 1984 y 1985 abría el primer centro donde atender dignamente a los enfermos, momento en el que Pablo Sáez comenzaba a ejercer como titular de la plaza. Las mejoras se consiguieron con reivindicaciones en las que estaban unidos vecinos y cuerpo médico. En la década de los 90 el doctor Pablo convirtió en el primer Coordinador del Centro de Salud y en esa etapa el Ayuntamiento de Puebla siempre contó con su respaldo para avanzar.

El hecho de conseguir las mejoras sanitarias por la vía de la movilización hacen de Puebla "que sea un centro al que se le tiene miedo y respeto" por parte de gerentes, jefes de Área y hasta de consejeros. Reivindicaciones en la que este médico veterano "no se ha arrugado" según constató el alcalde. Otro tema son los recortes del momento presente.

Hay anécdotas que dicen mucho de esta integración y colaboración. Una de ellas cuando se quiso cerrar el instituto diocesano de Bachillerato, Juan XXIII, y hubo necesariamente otra movilización para propiciar que el centro se quedara en la comarca "y personas como Pablo, estuvieron ahí, apoyando para que no se cerrara". Durante dos décadas "no ha habido ni una sola diferencia", y tan solo sugerencias como aquella que propuso Pablo Sáez para iluminar el Puente de San Francisco. El diagnóstico era certero, se tardó pero siguiendo la prescripción "médica" se iluminó y goza de buena salud.