Las crías de cernícalo que nacerán esta primavera lo harán con un pan bajo el brazo. La abundancia de topillos no sólo ha aumentado la presencia de parejas reproductoras, sino que también ha adelantado la puesta y eclosión de huevos, este año también más numerosos. Los primeros polluelos ya han empezado a nacer, un mes antes de lo habitual, en el centenar de cajas nidos instaladas en San Martín de Valderaduey dentro de un proyecto piloto dirigido a fomentar el control biológico de roedores. Este anticipo supone "una fecha récord en toda España, ya que lo normal es que fuera ahora cuando estuvieran poniendo los huevos", asegura el biólogo, Alfonso Paz Luna, del Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat (Grefa), que coordina este programa experimental.

Cada cernícalo caza una media de entre dos y tres topillos al día, aunque durante la época de reproducción este número aumenta a cerca de una decena para alimentar a las crías, que comen entre uno o dos roedores a diario. Esto significa que la cifra será de cerca de 300 capturas durante los tres meses en los que se prolonga la época reproductora, de abril y julio. Teniendo en cuenta que en San Martín de Valderaduey hay más de 50 parejas asentadas, su potencial de caza se eleva a cerca de 30.000 topillos a lo largo de una temporada de cría.

A mayores de los presas de las que se alimentan en el momento, las rapaces crean despensas con los cadáveres muertos para recurrir a ellos cuando los necesitan, según detalla Paz Luna. En otros casos, las capturas son desechadas, por lo que es posible observar topillos muertos desperdigados alrededor de los nidos. Algo que también ocurre durante la época de cortejo, cuando el macho obsequia a las hembras con un elevado número de roedores. Los cadáveres también son empleadas para confeccionar los nidos con egagrópilas, unas bolas formadas por restos de alimentos no digeridos que las aves regurgitan. Estas bolas contienen huesos, piel o pelo, que las rapaces no pueden digerir y que emplean para cubrir sus nidos. Este sistema provoca un intenso mal olor, que se agudiza en el caso de los nidos de lechuza, otra de las especies que han ocupado las cajas nido instaladas en San Martín de Valderaduey.

La abundancia de alimento también hace prever una excepcional segunda puesta de huevos como consecuencia del adelanto de fechas. "La incubación dura entre 25 y 28 días y los polluelos vuelan pasados otros 28 días, por lo que este año las parejas tienen tiempo de una segunda fase de cría", según destaca el biólogo. Si se mantiene la existencia de alimento, según detalla, "se puede producir una segunda puesta como ya ha ocurrido en otros picos anteriores de poblaciones de topillos".

En todo caso, esta abundancia de topillos no alcanza los niveles de plaga. De hecho, la población de roedores ha experimentado un pronunciado descenso durante las últimas semanas "no asociable a la distribución de veneno realizado por la Junta de Castilla y León, sino a otra serie de factores como la falta de precipitaciones, que ha mermado la población de topillos", asegura el biólogo. De hecho, destaca que "los agricultores no están preocupados porque ya han notado ese descenso".

El proyecto piloto que coordina el grupo Grefa, que también se extiende a otras provincias de la región, incluye la revisión de las cerca de 800 cajas nido instaladas en toda Castilla y León, de ellas un centenar de ellas en la provincia. Tras la primera inspección realizada el pasado mes de marzo para comprobar los niveles de ocupación, ya se ha iniciado una segunda para evaluar el porcentaje de eclosión de los huevos, a la que se añadirá una tercera comprobación para medir y pesar a los polluelos. También se procede a su marcaje mediante su anillamiento con un código oficial único que permite su identificación en cualquier parte de la Unión Europea.

En cuanto al plumaje, los primeros polluelos de cernícalo que ya han nacido en San Martín de Valderaduey están cubiertos de un suave plumón blanco del que se irán deshaciendo para adoptar un plumaje joven inicial que desaparecerá cuando adquieran el de adulto durante el segundo año. Lo mismo ocurre con las lechuzas, cuyas crías ya superan el mes de vida y que experimentan un cambio gradual de plumaje hasta llegar a su edad adulta.