La vida, este Valle de Lágrimas, de alegrías y soledades compartidas en el día a día de la existencia, a veces nos abre una puerta a la esperanza, conociendo a gente maravillosa. El 26 de noviembre de 1989 tuve yo la inmensa fortuna de conocer a una de las personas que más he admirado, don Diego Miñambres Temprano: fue en la iglesia de San Juan Bautista de Pozuelo en la procesión de San Esteban Protomártir, en el gran día del Tafarrón. Nació en Villarrín de Campos el 16 de mayo de 1932, en el seno de la religiosa familia formada por Crescencio, su padre, y Teresa, su madre, compartiendo bondades y penurias con dos hermanos y una hermana. Fechas inolvidables para él fueron, cuando con siete años, recibía la primera comunión en su pueblo y en Granja de Moreruela la confirmación, el día 24 de mayo de 1939.

Corrían tiempos difíciles tras una Guerra Civil asolando campos y pueblos, arrasando vidas. En 1943, con un país al borde de la hambruna, la familia sufre el duro golpe de la muerte del patriarca, cuando más falta hacía para sobrevivir. Con sólo once años, ingresaba en el Seminario de Astorga donde cursó, con mucho éxito, sus estudios eclesiásticos. En 1955 era ordenado sacerdote en La Bañeza (León). Tan joven era, que se necesitó una bula del Papa; cantando misa en Villarrín. Su primer destino fueron las tierras leonesas de Oencia, desde donde luego sería trasladado a la parroquias zamoranas : Villanueva de as Peras, Litos, Bercianos y Santa María. De pastor trashumante pasó a ser el más sedentario de España: medio siglo cuidando de su mismo rebaño de feligreses. Tranquilo y sereno, su palabra es cercana, su amistad y compañía una bendición. Hombre de alma caritativa y gran corazón, siempre dispuesto a ayudar a los enfermos y consolar a los afligidos, a enseñar al niño pisar firmemente sobre las arenas movedizas de la vida, al joven a tirar para adelante cuando la duda amenaza la esperanza. Es don Diego un artesano de esperanzas y fuente de bondades, ése José de Arimatea que todos necesitamos cuando hay que cargar con la cruz de la desgracia. Un ángel celestial en tierra firme.