La torre de 50 metros de altura de la iglesia de San Martín de Tours de Molacillos sobresale majestuosa en medio de la llanura de Tierra del Pan, pero deja al descubierto una preocupante situación de deterioro cuando se contempla a poca distancia. Cerca de una veintena de parejas de cigüeña ha elegido este templo, declarado Monumento Nacional, para instalar sus voluminosos nidos, cuyo peso puede alcanzar una tonelada en cada caso. La mayor parte de ellos se encuentran en el campanario, donde se concentran casi una quincena, mientras que el resto se sitúan en las cúpulas que adornan la cubierta de este templo. A esta especie protegida se suman una innumerable cifra de palomas que también aprovechan cada recoveco del tejado.

Una invasión que no sólo provoca una enorme cantidad de excrementos que se acumulan más de medio metro en algunos puntos, sino también un movimiento y ruptura de las tejas como consecuencia del ir y venir de las aves.

Como resultado, la iglesia sufre numerosas goteras que se filtran al interior del templo, donde son visibles manchas de humedad de gran tamaño y donde incluso se han producido pequeños desprendimientos de pared y de pintura. Unos problemas que se han agravado con las frecuentes lluvias registradas este año, que han hecho necesaria la colocación de varios recipientes para recoger el agua que se filtraba entre las tejas.

Las capillas y naves laterales son las partes más afectadas, donde son más visibles los desconchados originados por las filtraciones. De hecho, han sido colocadas varias barandillas con carteles que advierten a los fieles sobre estos posibles desprendimientos. A mayores de estos desperfectos, la mayor parte de las pinturas que cubren el interior de la iglesia sufren un avanzado deterioro. Este es el caso de las puertas de la sacristía, adornadas con ilustraciones religiosas de varios colores y consideradas de alto valor artístico. Otro caso distinto es el de los zócalos de las paredes del templo, originariamente decorados con pinturas realizadas con una técnica similar al carboncillo y relativas a los distintos pasajes bíblicos de las que apenas quedan tramos visibles, ya que fueron cubiertas por una pintura azul hace varios años que las mantiene ocultas. En el exterior de la iglesia, el mal estado de las tejas también ha dado lugar a desprendimientos, tanto de las ramas empleadas por las aves para elaborar sus nidos y de pequeñas piedras pero también otros de mayor riesgo, como el registrado en 2010, cuando se produjo el desplome de uno de los bolos de gran tamaño situados en la torre.

El interior del campanario tampoco escapa al mal estado en el que se encuentra el resto del templo. Las escaleras de acceso a la torre están cubiertas por grandes cantidades de palomina que han llegado a cubrir casi por completo algunos de los tramos de escalones, donde también aparecen varias aves muertas, sobre todo palomas. Poco antes de alcanzar la parte superior de la escalera es posible contemplar la antigua maquinaria del reloj del campanario, en la actualidad en desuso y cubierto de excrementos. Los desperfectos que sufre la iglesia de San Martín de Tours de Molacillos son más graves teniendo en cuenta la relevancia artística de este templo, declarado Monumento Nacional en 1983 y único referente de la arquitectura barroca levantina en Castilla y León.

El templo comenzó a construirse en 1748 y finalizó diez años más tarde de la mano de un descendiente del pueblo, Andrés Mayoral, quien exportó a la provincia este singular estilo arquitectónico desde Valencia, donde llegó a ser arzobispo. Los planos se encargaron al maestro Cristóbal Herrero y fueron continuados por Francisco Castellote. La obra supuso un desembolso total de dos millones de reales, una fortuna para la época.

En lo que se refiere a su estructura, la iglesia se compone de tres naves, dos capillas con cúpulas a la derecha e izquierda del altar mayor y una cúpula central en la que originalmente estaban pintados los cuatro padres de la Iglesia occidental: San Ambrosio, San Jerónimo, san Agustín y San Gregorio. Unas pinturas que, como el resto de la rica ornamentación que decoraba el interior de la iglesia, han ido desapareciendo con el paso del tiempo ante su falta de conservación. La misma suerte han corrido los retablos con temas agustinos y los innumerables detalles con los que estaban adornados los altares y hasta los confesionarios.

Un valioso patrimonio artístico relegado al olvido por parte de las administraciones, que desde hace más de una década no realizan ninguna intervención en el templo y, por lo tanto, contribuyen a su imparable deterioro.