La asociación «Amigos de Alcañices» ha puesto en marcha en las instalaciones de la Estación de Autobuses un ciclo de folclore para formara a bailadores con el apoyo del Área de Cultura de la Diputación de Zamora.

La iniciativa ha tenido tan buena acogida con 41 participantes procedente de Matellanes, Rabanales, Tola, Alcañices, Gallegos del Río, Nuez, San Vitero, Moveros y Grisuela.

Para impartir las clases, la Junta directiva ha echado mano de una de las personas que ahora mismo más sabe de canto y baile popular en la comarca de Aliste, y que no es otra que Ludy Domínguez Méndez, de Nuez, una de las fundadoras así como la responsable del baile y canto dentro de la agrupación folclórica «Manteos y Monteras» que, en apenas dos años de andadura, ha conseguido colocarse en la élite de los grupos folclóricos zamoranos. Ludy, que aunque se inició en el folclore tradicional más bien tarde, con veinte años, ha vivido intensamente este mundo y desde la más tierna infancia lo ha conocido de manos de su madre María Méndez Román.

Los participantes se dividen en dos grupos, uno de iniciación, formado por 24, ly las danzas y canciones destinados a ellos están formados por corros infantiles y bailes mímicos y que atentamente aprenden de su monitora. No solo practican en clase, sino que, según afirman sus madres, cuando llegan a casa se ponen a ensayar los pasos en la cocina y a cantar y tocar con la pandereta en el salón, haciendo caso omiso a las indicaciones de sus madres para que tomen la cena o se vayan a la cama.

El segundo grupo lo forman quienes ya tienen un cierto conocimiento de folclore y que con más intensidad, en la hora de clase, recuerdan viejos bailes aprendidos hace tiempo a la vez que aprenden otros nuevos con total facilidad, terminando las clases con el sudor y calor propios de una clase de aerobic, lo cual muchos agradecen, ya que «nos viene muy bien para mantenernos en forma».

Entre los alumnos, la diferencia de edad es notoria, pero todos ellos se sienten como verdaderos compañeros, danzando grandes con pequeños y niños con mayores. Así destacan la alumna más pequeñita d, Rocío Martín, de Tola, que con tan solo cuatro añitos no pierde el ritmo en ningún momento, así como Daniel Ferreira, de Grisuela, que ya jubilado, se mueve como cualquier rapaz, entre el «pallá y pacá» de los charros y el «picao» de las jotas alistanas. Algo si es notorio, la diferencia de sexos, como casi siempre ocurre, los hombres son menos dados al baile que las mujeres, de ahí que solo haya matriculados 6 frente a 35 chicas.