La floración de los almendros en el Parque Natural de Arribes del Duero es uno de los espectáculos naturales que avivan los sentidos y que anuncian la llegada, adelantada, de la primavera.

Es una explosión floral que muestra su atractivo especialmente en parte de los arribanzos y del casco urbano de Fermoselle, donde el almendro constituye uno de los árboles conservados con interés productivo al ser la almendra una de las cosechas complementarias que mantienen su peso en la economía doméstica y gastronómica de la villa.

El despertar de la floración constituye un atractivo paisajístico y un motivo de turismo al decorar con una elegancia impactante importantes manchas de arbolado. Lo hace, en casos, en escenarios ribereños un tanto deslucidos por el abandono agrícola, pero donde todavía aparece salpicadamente este árbol frutal, compartiendo terreno a veces con el olivo, otra especie señera y capital en la agricultura fermosellana. Algunas estimanciones hablan de cerca de 4.000 almendros los existentes en el térmiono, repartidos principalmente por los ámbitos de arribes del Tormes y del Duero.

Anibal Velasco, un hombre que responde perfectamente al fermosellano emprendedor y de acción, que conoció la emigración, en su caso a Alemania, destaca la belleza de la floración del almendro. Desde una de sus terrazas es posible contemplar en estas fechas la espléndida visión de las decenas de almendros repletos de color, pues colonizan una de las zonas de bancales más expuestas a la mirada de las personas, la tocante a la vertiente de La Ronda, lugar de paseo de los fermosellanos.

Este enclave es, además, el más contemplado desde miradores como el del Castillo, una de las atalayas predilectas de los visitantes por poner a la vista el panorama del cañón del Duero y la vertiente lusa.

Destacan en Fermoselle el matiz de que reine un diferente colorido de la floración, que responde a las distintas especies de almendro, de ahí que mientras unos árboles dejan ver una flor rosada otros ofrecen una flor blanquecina. Desvelan así los que son de producción amarga de los otras plantaciones menos tradicionales en la zona o que han sido introducidas por motivos de rentabilidad.

El ciclo de floración de la especie que estas fechas ilumina el espacio protegido tiene sus días contados y limitados a las buenas temperaturas. Un periodo que algunas cifran «en unas dos semanas». Es una explosión de vida que comienza a tener sus seguidores y aficionados, quienes gustan de disfrutar de la contemplación de tanta vitalidad y hermosura. «Fermoselle tiene muchos encantos», afirma Francisco Robles, una persona comprometida con la conservación de la naturaleza y el aprovechamiento sensato y ordenado de los recursos.

Sin embargo, es una belleza fugaz, que tiene uno de sus mayores peligros en las bajas temperaturas y en las heladas. Los pasados días de frío y viento que han azotado el país también han dejado una huella en los almendrales, que no han podido menos que mudar de aspecto al marchitarse velozmente la radiante floración. «El impacto ha sido terrible», afirma Eduardo González Fermoselle, dueño de varios centenares de almendros. Otros, empero, sostienen que el daño de las heladas «ha sido mínimo porque llegaron con la floración ya consumada». No obstante, que el enclave fermosellano y ribereño goza de unas temperaturas más bonancibles lo pone de manifiesto el hecho de que las personas ya estén inmersas en las labores hortícolas.

La floración del almendro tiene un reconocimiento más acentuado en algunos pueblos de la parte salmantina de Arribes del Duero, donde no dejan pasar una ocasión tan espectacular para celebrarlo, junto con Portugal.

La poesía de España y Portugal, de la mano de Miguel de Unamuno y Manuel Guerra Junqueiro, se dieron de la mano anteayer en la frontera natural hispanolusa de La Fregeneda (Salamanca), durante la celebración del Día del Almendro que cada año saluda en esta zona la floración de la especie.