Peñausende ha revivido durante el fin de semana, y de la iniciativa de la Asociación Cultura de Mujeres San Martín, ciertas tradiciones como la feria «del trapo», donde se pusieron a la venta productos de la tierra y elaborados artesanos, y una boda a la antigua usanza sayaguesa.

El sábado se desarrolló la tradicional feria del trapo aunque a unos niveles mucho menos dinámicos que antaño por el cambio registrado en los pueblos, carentes de las matanzas del cerdo y de los habitantes que llenaban todas y cada una de las viviendas, y porque la incesante lluvia desangeló la concurrencia.

Sin embargo, la Asociación Cultural de Mujeres San Martín ha visto cumplido su propósito de mantener en la plaza una suerte de mercado con la presencia de muy diferentes productos de la tierra y elaborados artesanos.

La plaza de Peñausende acogió a una veintena de puestos de productos tan típicos y propios como embutidos, dulces, miel, quesos, vinos y legumbres, y otros productos de la tierra, así como algunos de bisutería y otros elementos artesanales.

A pesar de la lluvia, la gente disfrutó con esta reedición de una feria denominada del trapo porque tenía lugar en unas fechas apropiadas para la adquisición de mantas, alforjas, calcetines y otros muchos elementos idóneos para lucir en las fechas invernales que se avecinan. Aunque también abundaban los productos típicos de la matanza del cerdo, sacrificios domiciliarios que hoy día son una excepción o muchos pueblos.

Al evento ferial asistieron diferentes productores o elaboradores de la zona y de la comarca sayaguesa que tratan de aprovechar la puesta en escena de estos mercados para acercar sus productos a la gente, para darlos a conocer y para comercializarlos y tener unos ingresos económicos.

La revitalización de las tradiciones tuvo su continuidad ayer con una boda sayaguesa que contó con más de medio centenar de personas ataviadas a la usanza de hace años.

Las personas volvieron a sacar las ropas de los baúles, y capas y mantillas volvieron a lucirse ayer como si fueran las mejores galas. Carmina Campo ejerció como novia y su marido, José María Rodrigo, como novio. El novio fue vestido en la casa de la madrina y todos los invitados fueron a buscarlo para luego, acompañados por las notas de un tamboril, acercarse a recoger a la novia.

La comida fue un compendio de patatas con bacalao, pollo de corral y, de postre, arroz con leche. También se animó el simulacro de boda tradicional con el respingo, donde los invitados hacían entrega a los recién casados de elementos y útiles necesarios para iniciar la nueva vida doméstica, consistente en piezas de ajuar o de la casa, en lugar de dinero.