Cecilio Lera es un teórico de la cocina tradicional, la de siempre, aunque no le hace ascos a las técnicas minimalistas ni a la «nouvelle cuisine» (su hígado de pato fresco salteado con uvas de Corinto al Sauternes es un exceso en estos tiempos místicos). Él es en el fondo un conservador. Ama la cinegética, los espectáculos taurinos y el flamenco, todo aquello que está pegado a la tierra y al sentimiento, lo más auténtico. Y gusta de ventear lo que ha aprendido. En esa disposición hacia lo docente, hay que enmarcar sus lecciones magistrales sobre cocina que ha ido desgranando por ahí. Ahora es uno de los mentores de un master que se imparte en la Universidad de Barcelona, en el Campus de Bellaterra, a estudiantes de periodismo que quieren salir con la lección bien aprendida, que la cocina se hace con productos de calidad y que los aderezos tienen que estar para ensalzar lo que ya hay. Ese es el gran misterio, que el cocinero abrillante la exquisitez de lo que existe; no que la cree (la exquisitez), que eso, dicen, solo lo puede hacer Dios.