La actuación de la mezzosoprano, Teresa Berganza, junto a su hija, Cecilia Lavilla, en la iglesia de Nuestra Señora del Azogue de Puebla de Sanabria, con la nave central llena de público, puso el broche final al homenaje a Victoria de los Ángeles en la villa. Una voz sanabresa unida a la imaginación malagueña, como herencias materna y paterna, que le acompañaron en su trayectoria humana y profesional. El salón de actos de la villa se llenó de público para asistir a la presentación de su biografía y presenciar el estreno del documental en torno a la figura de una de las grandes divas de la música que ante todo fue «persona». Una Teresa Berganza emocionada, la definió como «un ejemplo de la naturalidad del artista, de la belleza de la voz. Siempre se definió como una persona que canta».

El barítono y uno de los impulsores de este reconocimiento, Luis Santana, y los pianistas Madalit Llamazares y Miguel Ituarte se sumaron al concierto homenaje en la villa «Cuando cantan los ángeles». Con anterioridad el castillo acogió un acto previo donde destacó la relevancia de Victoria de los Ángeles.

El acto reunió en la mesa a la cantante Teresa Berganza, al autor de la biografía de Victoria de los Ángeles, Octavio Acebes, y a la presidenta de la Fundación Victoria de los Ángeles, Helena Mora. El alcalde de Puebla, José Fernández ejerció de anfitrión y subrayó que «este es un día histórico» para un pueblo «muy pequeño como Puebla».

Trazó el semblante de una persona nacida en Barcelona «pero que siempre recordaba que su madre era de Puebla de Sanabria». Entre el público asistente se encontraba una de sus primas carnales que llevaba el díptico de su último concierto en Puebla, un mes de septiembre de 1991, donde se la nombró «Hija Adoptiva de la Puebla». Su prima «Susa» rememoraba la voz de su madre, que heredó Victoria de los Ángeles. Con 15 años ingresó en el Conservatorio de Barcelona con un expediente «brillantísimo».

El alcalde recogió además un recuerdo de los más mayores que unen a Victoria con la Virgen de las Victorias, cuando en 1947 cantó una novena. «Me gustaría que el reloj se parara en este momento» evocó el mandatario municipal. Recuerdos del teatro donde pisó esta sanabresa de adopción, recuerdos de una radio en la que se la oía cantar y el comentario de los mayores para decir que «su madre es de Puebla».

Las intervenciones fueron aumentando en sentimientos. La presidenta de la Fundación, Helena Mora, agrandó su figura con su faceta humana y su legado que «junto con Teresa han sido las dos grandes embajadoras de nuestro país». Esta gran persona «cantaba gracias a que su madre le enseñó a colocar la voz» una cualidad que su progenitora realizaba de forma natural. Pero más que una gran voz «fue un gran ser humano». Mora destacó además el papel de la fundación que además de cuidar de su legado se dedica a fomentar la formación musical de los jóvenes, y especialmente a velar por el último deseo de Victoria de los Ángeles, su hijo Alejandro.

Al reconocido Octavio Acebes le hubiera gustado «escribir su biografía en vida», pero no pudo ser. Con 14 años le impactó por primera vez esta figura de la música. Iba a los conciertos que daba en Buenos Aires «una hora de avión y el pasaje me lo pagaba mi abuelo». La observo largo tiempo entre bambalinas hasta que un día le soltó «vas a salir de ahí». A su relación personal de 44 años como amigos Acebes suma 34 cintas de grabación con la ilustre soprano que definió como «la mejor cantante del siglo XX» y que le ha permitido descubrir las dos Victorias, la diva y la persona.

El documental de María Torres descubre una persona en toda su profundidad humana y profesional, con una gran humildad, a través del testimonio de compañeros, amigos y familiares. Sobresale en sus comienzos en el Conservatorio, su etapa norteamericana y la reconciliación con el Liceo después de 25 años de distanciamiento.