Formariz celebró ayer un homenaje a su hijo más ilustre, Justo Alejo, «el poeta sayagués».

Todo el pueblo estaba reunido bajo la carpa situada en el la plaza de las Escuelas en la aconteció la primera parte del acto, de recuerdo y análisis de la vida y obra del escritor.

En ella intervinieron uno de sus mejores amigos, Teófilo Moralejo, que contó varias anécdotas de juventud que vivieron juntos y José Martín Barrigós, un periodista nacido en Almeida que habló sobre la obra poética de Alejo, la cual ha estudiado en profundidad. En la mesa estaba presente, además, el alcalde-presidente de Villar del Buey, José María Nieto Vaquero, municipio al que pertenece Formariz.

Moralejó habló de la época en la que vivieron juntos en la academia del Ejército del Aire en la localidad leonesa de La Virgen del Camino, donde Alejo descubrió su verdadera pasión por la cultura. «Le reñía cariñosamente porque lo encontraba dormido a altas horas de la madrugada sobre los libros», recordaba su amigo, «nada más llegar a la academia se propuso no perder ni un minuto de estudio», añadió.

Moralejo quiso aprovechar también la oportunidad para dar su visión particular sobre la muerte del poeta a la edad de 43 años, que ya fue adelantada por este diario.

Pero la verdadera protagonista del homenaje fue la poesía de Justo Alejo. Martín Barrigós la definió como «de vanguardia y compromiso».

Para el periodista, la poesía de Justo Alejo se adelantó a su época. «Fue pionero en el uso imágenes y giros desconocidos hasta el momento», explicó Martín Barrigós, quien añadió que «Alejo era defensor de la libertad, y se comportaba libremente cuando escribía, utilizando todos los recursos existentes para hacer su poesía, incluso agujerear el papel».

Y comprometida porque «Justo siempre iba en contra de todo lo que perjudicaba al hombre, encontró la salvación en el Evangelio, primero, y en el materialismo dialéctico después».

Para finalizar, invitó a todos los sayagueses a leer su obra poética, según Martín Barrigós, «el mejor homenaje que se puede hacer a Justo Alejo».

Tras el recuerdo de Justo Alejo, los vecinos de la localidad se trasladaron a la calle Requejo, donde se encuentra la casa en la que nació el poeta junto a «los bolos», último resto del palacio de los señores de la dehesa de Formariz. Allí se descubrió una placa con unos versos del poeta: «ovejas churras, Sayago, las tierras que se roturan, el agua las va llevando».

Para finalizar, se trasladaron a la lápida donde los restos del poeta descansaron varios años hasta que pudieron ser exhumados e incinerados, para leer el testamento poético en el que pedía que esparcieran sus cenizas por Sayago.

En el homenaje estuvieron presentes la viuda del poeta, Silvia Herberg, su hijo Alí Alejo Herberg y varios de sus hermanos.

Ángel y Serafina Alejo, hermanos pequeños del poeta, recuerdan a Justo «con un libro entre sus manos en todo momento». Aseguran que estaba interesado en todo tipo de lecturas y «devoraba los libros que su abuelo Baltasar le traía de Argentina». Por otra parte reconocen que tenía «una mente excelente». Así se explica que un militar procedente de una familia humilde llegue a estudiar cuatro carreras universitarias y un doctorado.

El homenaje estaba organizado por la Asociación Cultural «Santa Coloma» con motivo del centenario de la localidad y aprovechando los días de fiesta que ayer comenzaban en este pueblo de Sayago.